"TÚ O LOS MÉRITOS, LOS DOS NO PODÉIS PASAR"

Queridos hermanos y hermanas,

¿Cómo nos vemos? ¿Qué imagen tenemos de nosotros mismos? ¿Nos vemos como buenos? ¿Cómo justos? ¿Cómo pecadores?


Pienso que la “gente de misa” tenemos una tendencia natural a vernos como personas buenas, justas... ¡También nos vemos como pecadores!, ¡claro que sí! ¿Pero qué tendencia pesa más en nosotros? ¿a vernos como buenos, como justos que ya están bien como están, o como pecadores?

Jesús hoy dirige su palabra “a algunos que se confiaban en sí mismos por considerarse justos”. Analicemos los comportamientos de los dos personajes de esta parábola:

Empecemos contemplando al Fariseo:

...gracias porque no soy como los demás hombres…”: el Fariseo juzga y se compara. Juzgar y compararse. Anda que no lo hacemos poco, ¿eh?... Si no sabemos los dones que ha recibido el otro, si desconocemos su historia de salvación, el plan que Dios tiene para él, ¿por qué juzgamos, por qué nos comparamos? Quizás, tú tienes diez dones y haces servir cuatro. Y el otro, tiene cinco y hace servir tres.

Juzga y se compara y la comparación, le lleva a situarse por encima de los demás, y queda satisfecho de no ser como los otros. Todo esto, quizás, nos pasa un poco ¿no?

“...no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano”. Menosprecia los demás, no son tan buenos como él. Quizás, nos pasa un poco ¿no?: Compararnos, enaltecernos y menospreciar. Quizás, no es una reflexión muy explícita, pero, puede ser que implícitamente habite en nosotros. Hace falta mirar nuestro interior.

“Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”. Presenta a Dios sus méritos... Yo hago, yo hago, yo hago mucho... ¿Lo pensamos?

Un cuento: Dicen que uno llega al cielo con una maleta llena de méritos, y entonces, San Pedro le dice: “Tú o los méritos, los dos no podéis pasar”. El de la maleta le dice: “pero si es todo el bien que yo he hecho, toda la evangelización, todos los que he convertido”. San Pedro dice: “Tú o los méritos, los dos no podéis pasar”.
Pienso que está muy relacionado con el evangelio de hoy. Sé que cuesta de entender. A mí me ha costado años. Y aún me cuesta...

Hace tres domingos prediqué sobre aquellas palabras de Jesús... “Somos siervos inútiles, hemos  hecho lo que teníamos que hacer”. Y decíamos que era la manera correcta de situarse ante Dios. ¡¡Siervo inútil! pero, ¡¡si he hecho mucho!! siervo sin ningún mérito. “Tú o los méritos, los dos no podéis pasar”.

Una confidencia personal. A raíz de la predicación sobre “Somos siervos inútiles…” puse en mi capilla de la rectoría un cartel con esta frase. Me ayuda mucho, sobre todo los viernes en la plegaria de la tarde, cuando vengo de la kt-kolla, y sería muy fácil llenarme de orgullo, y colgarme medallas, como el Fariseo en el evangelio de hoy. Porque en ningún lugar de nuestro obispado está pasando lo que pasa aquí en la postcomunión.

Ahora contemplemos al cobrador de impuestos:

quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo,  sino que se golpeaba el pecho diciendo. “¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador”. “Ten compasión”, pide la gracia, la bendición de Dios. Él no puede. Desconfía de sí mismo. Confía en Dios, en su bondad y misericordia. Se abandona en Dios. “Ten compasión…” Necesita a Dios. ¿Por qué su actitud? Porque se siente pecador.   

“Ten compasión de este pecador”. Qué gran lección nos dio el Papa Francisco, cuando al inicio de su pontificado, preguntado ¿Quién es Jorge María Bergoglio? Él  respondió: “un pecador.” “Yo soy un pecador. Esta es la definición más exacta, y no se trata de un modo de hablar o un género literario. Soy un pecador”. “Un pecador en quien el Señor ha puesto los ojos”. ¡Qué bonito!, ¡qué humano! y ¡qué teológico!

Francesc Jordana








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