CAUSA DE NUESTRA ALEGRÍA......MARÍA.




“Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como novio que se pone la corona, o novia que se adorna con sus joyas” (Isaías 61,10).
En Francia se venera, cerca de Laon, a Notre Dame de Liesse; Nuestra Señora de la alegría, del alborozo. Se cuenta que, en el siglo XII, tres caballeros franceses partieron para las cruzadas con el fin de defender los Santos Lugares, pero fueron apresados y llevados ante el Sultán de El Cairo. La hija del Sultán, Ismeria, les animó a abrazar el Islam. Pero ellos no dudaron en anunciarle el Evangelio.
La princesa, interesada, pide ver una imagen de Jesús y de María. Durante la noche, un ángel depositó la deseada imagen en el aposento de los caballeros. A la mañana siguiente, Ismeria se encuentra con la imagen, la lleva a su palacio, y la Virgen se le aparece y le pide que se haga cristiana. Los caballeros e Ismeria huyen de Egipto, de noche, en una barca que se encontraba a orillas del Nilo. Milagrosamente, se despiertan en Liesse - que significa “alegría - e Ismeria es bautizada por el obispo de Laon.
La leyenda vincula el anuncio de la fe con la alegría. La Virgen es Causa de nuestra alegría porque Ella nos dio a Cristo, que vino al mundo para traer a los hombres la paz y la alegría (cf Juan 15,11). Las primeras palabras del saludo del ángel en la Anunciación son: “Alégrate, María”. Esas palabras, en griego, se pueden ver grabadas en la Casa de María, en Nazaret, en la que parece ser la inscripción mariana más antigua, procedente del siglo II.


El Papa Pablo VI, en la exhortación apostólica Gaudete in Domino, escribió que “junto con Cristo, Ella recapitula todas las alegrías, vive la perfecta alegría prometida a la Iglesia: «Mater plena sanctae laetitiae» y, con toda razón, sus hijos de la tierra, volviendo los ojos hacia la madre de la esperanza y madre de la gracia, la invocan como causa de su alegría: «Causa nostrae laetitiae»” (n. 34).

Oración - Oh Dios, que, por la encarnación de tu Hijo, has llenado el mundo de alegría, concédenos, a los que veneramos a su Madre, causa de nuestra alegría, permanecer siempre en el camino de tus mandamientos, para que nuestros corazones estén firmes en la verdadera alegría. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Fuente: Conocereis la verdad


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