Una Comunidad de Vecinos mirada desde el Cielo
La revista “Ciudad Nueva”, de la “Obra de María” publicó estos dos testimonios
en su número de Febrero 2014
Al
término de su servicio como vocal, la comunidad de vecinos pidió a mi marido
que continuara su gestión en nuestro portal, dada la actuación positiva que
había realizado en el cargo y la buena relación con el presidente. A raíz de
esta invitación, en casa nos planteamos cómo mejorar la relación con nuestros
vecinos. Con algunos es más fácil, somos más afines; con otros, sin embargo,
nos cuesta más: los hay que no pagan la comunidad, y otros generan a veces cierto malestar entre
todos.
Las
Navidades pasadas nos ofrecieron la oportunidad de mejorar la convivencia con
todos. Se nos ocurrió hacer un bollo típico, que en mi tierra llamamos “pan
dulce”, heredado del “panettone” italiano, y
regalárselo a cada una de las familias del portal (¡unas 20!).
Mi
casa rebosaba de olor a frutos secos, agua de azahar, vainilla, canela, pan
recién horneado, papeles de colores para envolver los bollos y muchas horas de
dedicación en la cocina. No había duda que allí se preparaba una fiesta.
Cuando fui a llevárselo a una de mis vecinas
morosas, me quité de la cabeza todos los prejuicios que tenía para acercarme a
ella, como me lo pedía la Navidad: me presenté sólo con una actitud de acogida.
Mi vecina se emocionó y me dio un abrazo. Justo llegaba de la calle con frío y
pensaba tomarse un chocolate caliente... ¡Con mi bollo era lo más!
Para
ver a la del 5º fui con mi nieta, que es compañerita de su hija de 5 años. Gran
alegría y algarabía de sus niños. Está separada y tiene a cargo tres hijos...
Tras esta visita, ahora baja a mi casa a ver si está mi nieta y puede
llevársela a jugar. Le he propuesto al administrador que le haga un plan de
pagos de las cuotas atrasadas.
Con
la del 4° nunca habíamos cruzado más que unos “buenos días” o “qué frío o qué
calor”, según la estación. Recuperada de la sorpresa de mi visita, me hizo
pasar a su casa. No sabía qué ofrecerme y llamaba a su hijo para que me
saludara. También está sola desde que su marido se fue...
Esos
días, mi marido llevaba siempre en el coche un bollo, que yo lo iba renovando,
por si se encontraba con algún vecino al que no hubiéramos visitado.
Nuestro
vecino musulmán llegó a su casa diciéndole a su mujer que no sabía muy bien
cómo se llamaba el bollo, pero que estaba seguro de que era una tradición
navideña.
Con
otros vecinos con los que ya había una buena relación, ésta se ha consolidado y
nos hemos puesto de acuerdo para mejorar, en cuanto esté a nuestro alcance, la
convivencia con los demás vecinos.
La
idea de tener ese detalle navideño resultó en una tarea preciosa, que generaba
sorpresa primero, agradecimiento después, y que ha sido el inicio de algo más
que ser vecinos desconocidos.
Betty
M
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