"Nadie no podrá evitar que el Amor tenga la última palabra"
La liturgia quiere ir ablandando
nuestros corazones, sugiriendo actitudes espirituales, de manera que vayamos
entrando en el camino del adviento, que nos llevará a un nuevo encuentro con
Jesús el Señor.
En la primera lectura hemos leído
el inicio de lo que se llama el segundo Isaías. Dicen que es el más conmovedor
canto a la esperanza que se haya escrito nunca. El Pueblo de Israel está
deportado en Babilonia, allí son esclavizados, llevan muchos años fuera de su tierra
y lejos del templo.... Parecía que no había esperanza. Hasta que el profeta,
que habla en nombre de Dios, ve que el cambio se acerca: “Consolad, consolad a mi pueblo, -dice vuestro Dios-; hablad al corazón
de Jerusalén, gritadle, que se ha cumplido su servicio, y está pagado su crimen”.
También hoy nos puede parecer
que no hay esperanza... que cada vez todo va peor: el fundamentalismo islámico
extendiéndose por todo el mundo, los cristianos desaparecen de muchos países
(un par de ejemplos: en el Irak, en los años noventa, vivían un millón
doscientos mil católicos, ahora cien mil. En el Líbano, en los años ochenta, el
75% de la población era cristiana, hoy es el 25%). Es
el drama más grande y más silenciado del siglo XXI. Se calcula que en el
mundo hay treinta y cinco millones de personas que son esclavas.
Pero digamos datos más próximos,
que nos toquen más: en España, el año 2013, hubieron nueve mil denuncias de padres
a hijos por violencia (veinticinco cada día). O los escandalosos datos de la
violencia de género: en los diez años que hace, de la ley; ¡¡un millón de
denuncias!! (doscientas ochenta cada día), ¡¡doscientos sesenta mil condenados!!
O el dato que ya nos hemos acostumbrado de abortos anuales, cada año ciento
diez mil – ciento veinte mil (cada día trescientos veinticinco).
¡¡Parece que no hay esperanza!!
Como le pasaba al Pueblo de Israel. Pero la liturgia de Adviento, la Iglesia, el
Espíritu Santo, nos quieren llevar por el camino de la esperanza, porque “El Señor Dios llega con poder”. ¡¡Porque Él viene!! ¡¡Dios viene!!
Y viene para cambiar todo esto... ¡Y Él es el único que podrá cambiar el corazón
del hombre!
Esta realidad tan cruda, nos ha
de llevar a implorar su venida con más fuerza, con más intensidad, con más frecuencia.
¡¡Lo necesitamos!! Que el grito “ven, Señor Jesús” no sea pensado sólo a título
personal, sino también comunitariamente, socialmente.
Al ver las noticias o leer los periódicos...
“Ven, Señor Jesús”. Al pasar por delante de las escuelas o institutos... “Ven,
Señor Jesús”. Ante la cola de Cáritas: “Ven Señor Jesús”. Antes de ir a casa
del hijo no creyente... “Ven, Señor Jesús”.
¿Pasa alguna cosa cuando hacemos esta jaculatoria? ¡¡Claro que pasa!!
Al final vivir o no vivir esto,
es una cuestión de fe. En dos evangelios de esta semana Jesús dice: “Que sea tal y como has creido”... Nuestra
fe, misteriosamente, condiciona lo que Dios nos puede dar.
Los cristianos, levadura en medio
de la pasta, estamos llamados a ir haciendo que todo esto cambie. Y como que el
adviento tiene una dimensión escatológica, una frase escatológica: “nadie no
podrá evitar que el Amor tenga la última palabra”.
Pasemos al evangelio, donde contemplamos a Juan Bautista que
prepara al Pueblo de Israel para acoger al Mesías. Por tanto, nos prepara a nosotros
para acoger a Jesús que viene a nosotros.
¿Y qué propone Juan Bautista?,
“…predicaba que se convirtieran y se
bautizaran, para que se les perdonasen los pecados.... confesaban sus pecados,
y él los bautizaba en el Jordán”.
Si traducimos esta expresión “se convirtieran y se bautizaran, para que
se les perdonasen los pecados” a categorías cristianas, todos tenemos claro
que se nos habla del Sacramento de la
Reconciliación.
Durante el tiempo de Adviento
se nos dice “preparad el camino del Señor”,
“allanad sus senderos”, “que lo torcido se enderece”... ¡Esto es
una tarea! Y no siempre fácil...
El tiempo de Adviento, se nos
dice constantemente que es el tiempo de la espera, pero no de una espera pasiva,
¡¡no esperemos sentados!! sino que es una espera donde hacemos un trabajo, unas
preparaciones.
Hemos de dejar que la voz, que
el grito, de Juan Bautista nos toque, nos llegue, lo acojamos. No podemos
taparnos los oídos ante su grito.
“Se convirtieran y se bautizaran”, “se les perdonasen los pecados”. Así habla él para acoger al Mesías.
Así nos propone la Iglesia acoger al Mesías.
¡Tengamos fe! ¡Que Jesús viene!
¡Preparémosle el camino!
Francesc Jordana
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