Francisco Javier

  Nunca con tan pocos medios se hizo tanto: ese es San Francisco Javier. Dejó apellidos y nobleza, prestigio y títulos eclesiásticos para lanzarse a la conquista de amigos para Dios.
  No pensó dar media hora cada domingo al Señor sino que le dio el todo: su vida
  Hombre intrépido que no se conformó con ofrecer a Dios parte de su riqueza, venida a menos. Supo renunciar a todo por el gran tesoro que era Jesús en la Cruz.
  Aquel que, desde la colina del “adiós”, no quiso anteponer los sentimientos a la voluntad del Señor: ¡Id y anunciad!
  Aquel que se multiplicó por mil para que la semilla del Evangelio cayera en tierra fecunda
  Aquel que dobló su rodilla como siervo y no presentarse como señor
  Admirado por su perseverancia y valentía: en 11 años recorrió la India, el Japón y varios  países más
  Hombre de sueños efímeros: siempre quiso triunfar en la vida….Dios le hizo sobresalir en santidad con su talante despierto y cualidades humanas
  El amigo de su amigo; se cumplió una vez más la frase del Eclesiástico: “quien encuentra un buen amigo encuentra un tesoro”. San Ignacio le empujó al gran vuelco de su vida con la máxima del Evangelio: “De qué te sirve ganar el mundo si luego pierdes tu alma”
  El viajero sin distancias. Un viejo adagio: “no existen las grandes distancias sino los grandes viajeros” se hizo realidad en él. Con el libro de oración y el crucifijo como único equipaje….todo se le hacía corto aunque fuera duro
  El adorador eternamente eucarístico. Después de evangelizar durante todo el día se ponía frente al altar y, celebrando la eucaristía, se en un suspiro toda la noche.
  El amigo del “gran Amigo”. En su oración, interminable y profunda, llegaba a decir:  “Basta, Señor, si me envías tanto consuelo me vas hacer morir de amor”.
  El que usaba la fuerza del amor. “Hágase amar y así logrará influir en los hombres” escribía en una de sus cartas a uno de sus compañeros.
 
  Cercana la Navidad, San Francisco Javier (como otro Juan Bautista) nos sigue diciendo que en el mundo existen millones de personas que no han conocido la Buena Noticia. Pero, tal vez si viniera hoy, a golpe de campanilla nos diría que también existen otros tantos millones que aún habiéndolo conocido y aún estando bautizados….viven como si nunca hubiesen oído hablar de El.
  Que San Francisco Javier nos haga recuperar el encanto de creer y de esperar en Jesús. Para ello es bueno sentarnos tranquilamente y saciarnos de los próximos días que se acercan. No precisamente de turrón y sí de fe y de esperanza en Dios.

  Un 3 de diciembre de 1552, a las puertas de China, muere a los 46 años en la más absoluta soledad recordando, estoy seguro, la tierra que le vió nacer, el castillo donde creció y del cual marchó y el Cristo de la sonrisa que lloró lágrimas de sangre cuando el santo cerró los ojos a este mundo.
¡VIVA SAN FRANCISCO JAVIER!
Javier León Ventura

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