Todo lo humano es digno de ser vivido

Nada se le puede decir a una persona que más, que repetirle: “Qué corazón más grande tienes, no te cabe en el pecho”. Y lo peor que se puede decir de alguien: “No vayas con él, que no tiene corazón”.
El corazón de Jesús es el Amor de Dios, que ama con un corazón humano como el nuestro, “de carne y hueso”.
Es un corazón que expresa una humanidad interior, afectiva, por eso San Pablo nos insiste en que tengamos “los sentimientos de Cristo”. Esta es la clave de la vida cristiana, aspirar a tener un corazón como el de Cristo, capaz de vivir la vida toda desde el Amor de Dios y, a la vez, como vida plenamente humana, unida a Aquel que se hizo en todo semejante a nosotros. En todo menos en el pecado.
¡Qué alegría saber que todo lo humano es digno de ser vivido porque todo lo ha vivido Cristo!
El Corazón de Jesús nos recuerde que en ese “punto rojo” en la persona de Dios, se une lo humano y lo divino, se abrazan el cielo y la tierra y experimentan que con Jesús somos “divinizados” y plenamente humanos “de Corazón”.
Monseñor Francisco Cerro

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