LA NOVEDAD DEL NUEVO AÑO


   Hemos estrenado año. ¡Qué novedad! Pues sí lo es. Podemos afirmar, incluso, que es una novedad novedosa. ¿Hasta ese extremo? 
   Siempre que estrenamos algo nos sentimos contentos. Como si eso nuevo que llevamos, hiciera parte de nosotros mismos y nos afectara. Y así es. Nos alegra y nos hace sentirnos bien y casi distintos. Ocurre algo así al comienzo del año. El nuevo año es nuevo porque no lo hemos vivido nunca. Y es nuevo porque lo estrenamos. Nuevo, porque nos hace estar abiertos al futuro, a lo imprevisible, que suponemos siempre distinto y mejor. 
  Lo es, en cristiano, porque nos vamos acercando a Dios y podemos ser un poco más buenos. ¿A que sí? ¡Y nos lanzamos!

  La hora de estrenar es la hora de empezar. He aquí la novedad del nuevo año. Para nosotros los creyentes, la novedad del nuevo año, —la fe en Cristo Jesús— es tan novedosa que estamos convencidos de que es la gran oportunidad: no se ha repetido nunca y jamás se repetirá. La Santa Palabra lo dice bien: “Lo viejo ha pasado, ha llegado lo nuevo, Jesús”. Y añade: “Yo hago nuevas todas las cosas”. Y sabemos que se cumple.
   Es hora —este año— de estrenar una visión nueva de las cosas y de la realidad. Verlas con otros ojos. Captar su hondo sentido. Lo tienen porque nada ni nadie escapa al proyecto amoroso de Dios concretado en Jesucristo. Qué bien lo decía el Santo Padre: “Dios ha roto su silencio, Dios ha hablado, Dios existe. Este hecho como tal es salvación: Dios nos conoce, Dios nos ama, ha entrado en la historia. Jesús es su Palabra, el Dios que nos enseña, que nos ama, que sufre con nosotros hasta la muerte y resucita”. Luego la persona humana, la historia y todos sus avatares están traspasados por la presencia divina y amorosa de Dios. No cabe más el pesimismo. Ni el derrotismo. Ni la amargura ni la desesperanza. 
   Vengan los tiempos como vengan. La fe viva nos hace descubrir la honda belleza que se da en todo, porque todo es ocasión o ventana abierta para descubrir a Dios, su Amor, su Compañía infaltable, su Abrazo silencioso. ¿Por qué en este nuevo año no estrenamos esta fe? Nos va en ello la vida. La vida buena de la paz, la santidad, la serenidad, la alegría. La luz requerida para este tiempo oscuro. Dejemos ya los lamentos.
   Es tiempo de estrenar —¿por qué no?—una vida más sana y más humana. No es el dichoso “estado de bienestar” la solución mágica al bien-estar. No es lo mismo. Nos han engañado. Hemos caído en la trampa que nos han tendido el consumismo despiadado y el enriquecimiento a cualquier precio, sin moral e inhumano. La vida mejor y más humana, y en especial la más cristiana, no consiste en tener de todo, en abundancia y con derroche. No. 
   La vida mejor es la que está bien porque tiene lo necesario. Sabe  moderarse en todo y evitar lo superfluo. Vive una serie de virtudes y valores importantes. Ese es el bien-estar que  humaniza porque serena la mente, pacifica el corazón, alegra la vida y nos hace capaces de ser hermanos solidarios. Amantes de Dios y de los demás. Se puede vivir con menos y mejor. Eso nos hace ser más iguales, más dignos. Más alegres y felices. Más cristianos y más acordes con el Evangelio.
   Es el año de estrenar fe. 
  Así lo explica el Papa Benedicto: «La fe permite un saber auténtico sobre Dios que involucra toda la persona humana: es un “saber”, esto es, un conocer que da sabor a la vida, un gusto nuevo de existir, un modo alegre de estar en el mundo…, capaces de amar, venciendo la soledad que entristece…Es razonable creer; está en juego nuestra existencia. Vale la pena gastarse por Cristo; sólo Él satisface los deseos de verdad y de bien enraizados en el alma de cada hombre: ahora, en el tiempo que pasa y el día sin fin de la Eternidad bienaventurada». 
   La novedad del nuevo año es novedosa. ¿O no? Feliz Nuevo Año.
P. Gregorio Rodríguez

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