Torrentes de delicias



Estoy cierto, ¡oh Dios mío!, que llegará un día -que sea cercano o lejano, poco importa- en que habré agotado todas mis alegrías mundanas. Tú solo, Señor mío, eres el alimento capaz de saciarme por toda la eternidad... 
En tu presencia corren torrentes de delicias: quien haya bebido de ellos una sola vez, no será ya capaz de olvidarlos y alejarse de ellos. Tú eres mi heredad, ¡oh Señor!, ahora y siempre.

¡Cuán lejano estoy, Dios mío, de obrar en conformidad con esta teoría que tan bien conozco! Mi corazón se pierde tras vacías sombras, lo reconozco. 
Parece como si yo prefiriera cualquier otra cosa a la unión contigo; siempre estoy dispuesto a alejarme y frecuentemente también la oración se me hace difícil; no existe distracción que yo no prefiera al pensamiento de Ti. 
Dame, ¡oh Padre!, la gracia de avergonzarme de esta repugnancia mía. 
Sacúdeme de este estado de indolencia y de frialdad en que me encuentro y dame la fuerza de aspirar a Ti con todo mi corazón. Enséñame el amor a la meditación, a la lectura espiritual, a la oración. Enséñame a amar desde ahora lo que atraerá hacia Tí mi corazón por toda la eternidad.

Beato John Henry Newman

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