El camino de la Semana Santa


    Con el domingo de Ramos comenzamos la celebración de la Semana Santa de este año 2012. La Semana Santa es un camino, es un itinerario que  estamos llamados a vivir con toda la intensidad de nuestra fe. Lo iniciamos este domingo, acompañando al Señor en su subida a Jerusalén. Y lo aclamaremos como aquella multitud entusiasta que exclamaba. “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David!” La bendición y la procesión de las palmas nos recuerda la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén y la acogida entusiasta que tuvo por parte de gente buena y sencilla. Nosotros actualizamos aquel acontecimiento y también aclamamos y acompañamos al Señor con sentimientos de entusiasmo y alegría.

   Jesús llega a Jerusalén aclamado como Mesías, pero él llevará a cabo su misión -la que el Padre le ha encomendado- por el camino del servicio, de la entrega, de la inmolación de sí mismo en la cruz. Así lo hemos contemplado desde el inicio del tiempo de Cuaresma. En el domingo de Ramos se unen la alegría de la bendición de las palmas con el dramatismo de la lectura de la Pasión. Con respecto a la alegría de las palmas, permitidme que haga un llamamiento a los niños y jóvenes. Ellos, según la tradición, estuvieron muy presentes en la gozosa acogida a Jesús. Les invito a que participen también este domingo, en la celebración que marca el pórtico de la Semana Santa. No faltéis, queridos niños y jóvenes, a este acto de alabanza y de agradecimiento a Jesús.

   El camino de la Semana Santa, el Jueves Santo, nos lleva hasta el Cenáculo, donde el Señor celebra la Cena pascual con sus discípulos. La liturgia de ese día señala, como elementos centrales, la institución de la Eucaristía, el mandamiento del amor fraterno, la institución del sacerdocio ministerial y la actitud de servicio a los hermanos. Rememorar el gesto que hizo Jesús de lavar los pies a sus discípulos es, para todos los cristianos, un compromiso y una invitación a preguntarnos si hacemos, en la Iglesia y en el mundo, aquel servicio que el Señor nos ha confiado según la vocación y el estado de cada uno de nosotros. El Jueves Santo es un día de una gran emoción espiritual.

   El Viernes Santo el itinerario espiritual de estos días nos lleva junto a la cruz de Jesús. Una cruz que adoramos, meditando la Pasión del Señor. Jesús acepta la voluntad del Padre y se entrega por la salvación de todos los hombres. Meditamos y agradecemos, en ese día, que Dios mismo ha asumido el dolor humano en su Hijo, haciéndolo instrumento de salvación. Adoramos la cruz, porque es nuestra única esperanza, y porque sabemos que la cruz de Cristo y la cruz de todos y cada uno de los hombres no es la última palabra de Dios sobre el mundo. La última palabra es la Resurrección, porque la cruz siempre acaba en la victoria. 
   El Viernes Santo es un día de gran dramatismo espiritual y de una gran exigencia. Somos invitados –incluso con la práctica del ayuno y la abstinencia- a contemplar la muerte de Cristo por nosotros y por todos los hombres y agradecerla.

   El Sábado Santo es un día para la contemplación del camino de Jesús y la plegaria, a la espera de la gozosa noticia de que Jesús vive para siempre y está con nosotros para darnos vida y esperanza. La proclamaremos y la viviremos en la gozosa celebración de la Vigilia pascual y de la Pascua de la Resurrección.
   Estimados diocesanos: os pido que queráis uniros a las comunidades cristianas y que, en ellas, queráis esos días seguir el camino de la Semana Santa, que es el camino que hizo Jesús por nosotros.
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa

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