NO TEMAMOS LA SEQUEDAD
Los períodos de sequedad espíritual pueden ser muy fecundos. Son
momentos en los que, como al profeta Oseas, "el Señor nos conduce al
desierto para hablarnos al corazón" (Cf. Os 2, 16). En el desierto de
la sequedad el Señor también nos habla. Allí no hay distracciones de otras
cosas, sino sólo Él y el orante. No temamos los períodos de sequedad, si son
queridos por Dios, porque en ellos aprenderemos a conocer nuestra debilidad y a
confiar en su poder. No abandonemos la oración. Superemos los obstáculos que
podamos ir teniendo y perseveremos con confianza en el Señor que vendrá a
visitarnos con nuevas luces, siendo Él el único que puede encender nuestro
corazón.
Santa Teresa, en una copla, hacía esta oración al Señor:
"Si queréis, dadme oración, sí
no, dadme sequedad; si abundancia y devoción y, si no, esterilidad". Si
el Señor quiere sequedad, Él regará nuestra alma con el óleo de su presencia
aunque la sensibilidad queda como huérfana y desolada. Ahí estará Él
diciéndonos: "Oh tardos de corazón para comprender todo lo que dijeron los
profetas!" (Lc 24, 25); y nosotros, con los discípulos podamos también
repetir: "¿No ardía nuestro corazón cuando nos hablaba en el camino y nos
explicaba las Escrituras?" (Lc 24, 34).
Comentarios
Publicar un comentario
A la hora de expresarse tengamos en cuenta la ley de la Caridad