MARÍA, MUJER PLENAMENTE REALIZADA
El Concilio Vaticano II ha hecho descubrir a “la mujer de Nazaret” en su plena humanidad. En ella encontramos, al lado de Jesús, una mujer plenamente realizada, pero sólo después de haber aceptado la voluntad de Dios que se revelaba a ella en su constante camino de fe que la señala como verdadera discípula de Cristo. En María encontramos todas las expresiones de la humanidad que acoge a un hijo que la carga de responsabilidad, que lo hace crecer, que lo educa… se queda viuda, lo ve irse de casa, amado pero incomprendido hasta llegar a la cruz. ¿Qué hay más terrible para una madre que ver a un hijo inocente que muere? El redescubrir la humanidad de María, su misión como educadora del hombre Jesús (con todas sus características psicológicas), nos hace confiar en ella no sólo como una amiga que comprende nuestra situación humana, también como un modelo que nos muestra que es posible vivir el evangelio en plenitud.
Realmente el poder conocer a la Santísima Virgen María como
mujer y madre representa la realidad del amor de una madre hacia sus hijos,
ella como todas las madres tuvo la responsabilidad de amamantarlo, criarlo,
educarlo y formarlos dentro de las normas de un hogar judío, un hecho que
debemos recordar de María como madre protectora fue cuando se le perdió y fue
encontrado en el templo, o la de Jesús y el amor a su madre que queda realmente
reflejado y demostrado en las Bodas de Canaán y realiza su primer milagro para
complacerla, y cuando el miso Jesús se desprende de su condición humana y le
entrega al mundo a su propia madre para que constituyera en nuestra madre
amorosa y eterna a la cual podemos acudir en cualquier momento y hora tal cual
como lo hacemos con esa madre terrenal que lleva y llevará siempre el mismo
amor de María en sus corazones.
Hoy elevamos nuestras más sinceras felicitaciones a todas
las madres del mundo y para aquellos que ya no la tenemos la recordaremos con
una oración. “Dios te salve, María, llena de gracia, el Señor es contigo.
Bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre,
Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la
hora de nuestra muerte. Amén
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