alegría, estad alegres.

El gran mensaje de este tercer domingo de adviento es simple, directo, sugerente y muy inteligible: alegría, estad alegres
La inminencia de la fiesta, del gran acontecimiento que marca el antes y el después de la historia humana está a punto de cumplirse. 
El trabajo de retirar las piedras del pecado de nuestro camino de encuentro con el Señor se convierte en preparación del vestido de fiesta, en preparación del banquete de fraternidad, de familia, de ansioso deseo de acoger al Niño, a ese bebé que se acerca de nuevo a nosotros para darnos la alegría verdadera, la salvación definitiva, la libertad total.

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