Herido de amor

 Cristo tiene el Corazón herido de amor. Así lo presenta el Evangelio en las parábolas de la misericordia (cf. Lc. 5), el Señor nos habla de la alegría de Dios para encontrar lo que estaba perdido: un hijo, una oveja, una moneda.
 Y yo me pregunto: si el Señor se alegra ante la vuelta del hijo pródigo, de la oveja, ¿no será porque queda “herido” cuando el hombre se aleja de su Corazón?
 A Cristo, resucitado y vivo, le llega hoy la respuesta del hombre No es indiferente cuando los hombres no le aman. Así lo contempló Francisco de Asís, que llegó a intuir que “el Amor no es amado”. Y san Juan de Ávila decía a los sacerdotes “tratádmelo bien, que es hijo de buena madre”. La misma liturgia de la fiesta del Sagrado Corazón dice en uno de su himnos, que Jesucristo es “herida y manantial”.
  Si despojamos hoy a Jesús de su  Corazón, al que le llega la respuesta de amor del hombre, convertimos a Cristo resucitado en un ser insensible y sin entrañas.
  La misma vida espiritual es, como decía santa Teresa, trato de amistad; y esta amistad supone llamada y exige respuesta. Por eso llegamos a la conclusión de que a Jesús le afecta, de alguna manera, el que los hombres no crean y rechacen su amistad. No puede ser indiferente ante la respuesta de amistad del hombre.
  Decir que Jesús está “herido” de amor es afirmar que Cristo vivo y resucitado, el “santo y feliz Jesucristo” que canta un himno pascual, no es insensible a la respuesta de amor de los hombres y mujeres, pues al tratar de amistad con ellos desea que se corresponda a su amor.  

  Al no ser correspondido en su amor, tiene el corazón “herido”, pues el Señor desea ardientemente el bien de la persona humana y que se “salve y llegue al conocimiento de la verdad”.

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