Creo en la Iglesia ... apostólica
Cuando recitamos el Credo decimos "Creo en la Iglesia una, santa,
católica y apostólica". No sé si alguna vez han reflexionado sobre el
significado que tiene la expresión "la Iglesia es apostólica". Quizás
alguna vez, viniendo a Roma, han pensado en la importancia de los apóstoles
Pedro y Pablo, que aquí dieron sus vidas para llevar el Evangelio y dar
testimonio.
Más aún. Profesar que la Iglesia es apostólica, significa hacer hincapié en
la relación constitutiva que esta tiene con los apóstoles, con ese pequeño
grupo de doce hombres que un día Jesús llamó a Él, los llamó por su nombre,
para que permanecieran con Él y para enviarlos a predicar (cf. Mc.
3,13-19). "Apóstol", de hecho, es una palabra griega que significa
"mandado", "enviado".
Un apóstol es una persona que es
enviada, y enviada a hacer algo; y los apóstoles fueron escogidos, llamados y
enviados por Jesús para continuar su obra; es decir para rezar --ese es la
primera tarea de un apóstol--, y segundo, para proclamar el Evangelio. Esto es
importante, porque cuando pensamos en los apóstoles, podríamos pensar que ellos
fueron enviados solo para anunciar el Evangelio, para hacer muchas obras. Pero
en los primeros días de la Iglesia había un problema porque los apóstoles
debían hacer muchas cosas y luego formaron a los diáconos, para que los
apóstoles tuvieran más tiempo para orar y proclamar la Palabra de Dios.
Cuando pensamos en los sucesores de los apóstoles, los obispos, incluido el
papa, porque él también es un obispo, debemos preguntarnos si este sucesor de
los apóstoles primero que todo ora y luego proclama el Evangelio: esto es ser
apóstol y por esta razón la Iglesia es apostólica. Todos nosotros, si queremos
ser apóstoles como explicaré luego, debemos preguntarnos: ¿rezo por la
salvación del mundo? ¿Predico el Evangelio? ¡Esta es la Iglesia Apostólica! Es
una relación constitutiva que tenemos con los apóstoles.
A partir de esto me gustaría hacer hincapié muy brevemente en tres
acepciones del adjetivo "apostólica", tal como se aplica a la
Iglesia.
1 . La Iglesia es apostólica porque está fundada en la oración y la
predicación de los apóstoles, en la autoridad que les fue dada por el mismo
Cristo. San Pablo escribe a los cristianos de Éfeso : "Ustedes son conciudadanos
de los santos y miembros de Dios, edificados sobre el fundamento de los
apóstoles y profetas, teniendo como piedra angular al mismo Cristo Jesús"
(2, 19-20). Compara, es decir, a los cristianos con piedras vivas que forman un
edificio que es la Iglesia, y este edificio está fundado sobre los apóstoles,
como columnas, y la piedra que sostiene todo es Jesús mismo.
¡Sin Jesús no puede existir la Iglesia! ¡Jesús es la base misma de la
Iglesia, el fundamento! Los apóstoles vivieron con Jesús, escucharon sus
palabras, compartieron su vida, sobre todo han sido testigos de su muerte y
resurrección. Nuestra fe, la Iglesia que Cristo quiso, no se basa en una idea,
no se funda en una filosofía, se fundamenta en el mismo Cristo. Y la Iglesia es
como una planta que ha crecido a lo largo de los siglos, se ha desarrollado, ha
dado sus frutos y sus raíces están firmemente plantadas en Él, y la experiencia
fundamental de Cristo que han tenido los Apóstoles, elegidos y enviados por
Jesús, permanece hasta nosotros. Desde esa pequeña planta hasta nuestros días:
así es la Iglesia en todo el mundo.
2. Pero preguntémonos: ¿cómo es posible para nosotros conectarnos con ese
testimonio? ¿Cómo puede llegar hasta nosotros lo que han experimentado los
apóstoles con Jesús, lo que han oído de Él? Este es el segundo significado del
término "apostólicidad”.
El Catecismo de la Iglesia Católica afirma que la
Iglesia es apostólica porque «conserva y transmite, con la ayuda del Espíritu
Santo que habita en ella, la enseñanza, el buen depósito, las palabras sanas
oídas a los apóstoles» (n. 857). La Iglesia conserva a través de los siglos
este precioso tesoro, que es la Sagrada Escritura, la doctrina, los
sacramentos, el ministerio de los pastores, para que podamos ser fieles a
Cristo y participar de su vida misma.
Es como un río que fluye en la historia,
se desarrolla, irriga, pero el agua que fluye es siempre la que comienza desde
la fuente, y la fuente es el propio Cristo: Él ha resucitado, Él es el
Viviente, y sus palabras no pasan, porque Él no pasa, Él está vivo, Él está con
nosotros hoy aquí, Él nos oye y nosotros hablamos con él y Él nos escucha, está
en nuestro corazón. ¡Jesús está con nosotros hoy! Esta es la belleza de la
Iglesia: la presencia de Jesucristo en medio de nosotros.
¿Pensamos acaso lo
importante que es este don que Cristo nos ha dado, el don de la Iglesia, donde
lo podemos encontrar? ¿Pensamos acaso cómo es la misma Iglesia, en su camino a
lo largo de estos siglos --a pesar de las dificultades, los problemas, las debilidades,
nuestros pecados--, la que nos transmite el auténtico mensaje de Cristo? ¿Nos
da la confianza de que lo que creemos es realmente lo que Cristo nos dijo?
3 . El último pensamiento: la Iglesia es apostólica porque es enviada a
llevar el Evangelio a todo el mundo. Continúa en el camino de la historia la
misma misión que Jesús confió a los apóstoles: «Vayan, pues, y hagan discípulos
a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo cuanto les he mandado. Y he aquí
que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo» (Mt. 28,19-20).
¡Esto es lo que Jesús nos dijo que hiciéramos! Insisto en este aspecto de la
actividad misionera, porque Cristo invita a todos a "ir" al encuentro
de los demás, nos envía, nos pide movernos para llevar la alegría del
Evangelio!
Una vez más debemos preguntarnos: ¿somos misioneros con nuestras palabras,
pero sobre todo con nuestra vida cristiana, a través de nuestro testimonio? ¿O
somos cristianos encerrados en nuestro corazón y en nuestras iglesias,
cristianos de sacristía? ¿Cristianos solo de palabras, pero que viven como
paganos? Debemos hacernos estas preguntas, que no son un reproche. Yo también,
me lo digo a mí mismo: ¿cómo soy cristiano, realmente con el testimonio?
La Iglesia tiene sus raíces en la enseñanza de los apóstoles, verdaderos
testigos de Cristo, pero mira hacia el futuro, tiene la firme conciencia de ser
enviada --enviada por Jesucristo--, de ser misionera, llevando el nombre de
Jesús a través de la oración, el anuncio y el testimonio.
Una Iglesia que se
cierra sobre sí misma y en el pasado, una Iglesia que ve solo las pequeñas
reglas de hábitos, de actitudes, es una Iglesia que traiciona a su propia
identidad; ¡una Iglesia cerrada traiciona su propia identidad! Por ello,
¡descubramos hoy toda la belleza y la responsabilidad de ser Iglesia
Apostólica!
Y recuérdenlo: Iglesia Apostólica porque oramos -- primera tarea--,
y porque proclamamos el Evangelio con nuestra vida y con nuestras palabras.
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