Grande en la pobreza


   Hoy comenzamos el ultimo 'sprint' hacia la Navidad, la octava preparatoria.
   Y os invito a comenzarla mirando a María. Ella que es causa de nuestra alegría. 
   Miramos su pureza y su armonía. Al pensar en nuestra propia vida nos sentimos tan lejos del ideal y resuenan las palabras que rezaba hace poco una persona: «Aquí me tienes en tu presencia, pobre, pequeñoy miserable. Nada soy, nada poseo, nada puedo. Mírame a tus pies abrumado en mi nada. Quisieratener algo que ofrecerte ya que Tú eres mi riqueza y mi todo». 

    Ante María nos sentimos pequeños y débiles, pecadores e impuros, pero sabemos que Ella nos va a levantar, nos va a hacer capaces de lo que hasta ahora nos parecía imposible. A veces nuestro amor es muy débil y no nos entregamos por entero. Pero Ella toma nuestro corazón en sus manos, ese corazón volátil y frágil, herido y necesitado, y lo hace suyo. A cambio quiere darnos su corazón inmaculado, puro y libre. Su corazón es un corazón humilde y sumiso,u n corazón bondadoso y amable, un corazón fuerte. 
   Cuando nos entrega el suyo nos hace semejantes a Ella por el amor. Es la fuerza asemejadora que nos transforma. 


    En ocasiones reconocemos que no, que el ideal está muy lejos, que nos dejamos llevar por la corriente.
   Vemos la pureza de María y podemos sentir que ese ideal lejano no es para nosotros. Sin embargo, no es así. Es necesario mirar las estrellas y por eso hoy vuelve a brillar el ideal.

   «Grande es quien consagra su vida a algo grande». Nuestra vida no es grande por nosotros mismos, por nuestro valor, sino por el valor de María a quien le hemos dado todo. Si consagramos nuestra vida, nuestros sueños, nuestras preocupaciones a María, todo será grande, porque Ella es grande para Dios.

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