"SIGNOS DE GRATUIDAD Y DE AMOR"

En esta fiesta llamada popularmente de LA CANDELARIA, celebramos en la Iglesia la JORNADA DE LA VIDA CONSAGRADA.
Como explicaba muy bien el año pasado Su Santidad el papa Benedicto XVI: "Esta Jornada tiene tres objetivos: ante todo, alabar y dar gracias al Señor por el don de la vida consagrada; en segundo lugar, promover su conocimiento y estima de parte de todo el pueblo de Dios; y, por último, invitar a cuantos han dedicado plenamente su vida a la causa del Evangelio a celebrar las maravillas que el Señor ha realizado en ellos".

Según los datos de la Conferencia Episcopal española, los consagrados significan cuantitativamente hoy en la Iglesia más de un millón de personas que viven su consagración en nuestro mundo actual:
- 138.000 religiosos ordenados (sacerdotes y diáconos permanentes)
- 54.000 religiosos profesos
- 776.300 religiosas profesas
- 47600 monjas y monjes contemplativos en 3520 monasterios
- 29000 miembros de Institutos seculares
- 3000 vírgenes consagradas
y un número indeterminado y creciente de cristianos en nuevas formas de consagración.
Os ofrecemos las palabras que Benedicto XVI dirigía a los consagrados hace un año en la celebración de esta misma Jornada:
"Las personas consagradas están llamadas de modo especial a ser testigos de la misericordia del Señor, en la cual el hombre encuentra su salvación. Ellas mantienen viva la experiencia del perdón de Dios, porque tienen la conciencia de ser personas salvadas, de ser grandes cuando se reconocen pequeñas, de sentirse renovadas y envueltas por la santidad de Dios cuando reconocen su pecado.
Por esto, también para el hombre de hoy, la vida consagrada es una escuela privilegiada de "compunción del corazón", de reconocimiento humilde de su miseria, y también es una escuela de confianza en la misericordia de Dios, en su amor que nunca abandona.
 Las personas consagradas experimentan la gracia, la misericordia y el perdón de Dios no sólo para sí mismas, sino también para los hermanos, al estar llamadas a llevar en el corazón y en la oración las angustias y los anhelos de los hombres, especialmente de aquellos que están alejados de Dios.
En particular, las comunidades que viven en clausura, con su compromiso específico de fidelidad a "estar con el Señor", a "estar al pie de la cruz", a menudo desempeñan ese papel vicario, unidas al Cristo de la Pasión, cargando sobre sí los sufrimientos y las pruebas de los demás y ofreciendo todo con alegría para la salvación del mundo.
Queridos amigos, elevemos al Señor un himno de acción de gracias y de alabanza por la vida consagrada.
Si no existiera, el mundo sería mucho más pobre.
Más allá de valoraciones superficiales de funcionalidad, la vida consagrada es importante precisamente porque es signo de gratuidad y de amor, tanto más en una sociedad que corre el riesgo de ahogarse en el torbellino de lo efímero y lo útil (cf. Vita consecrata, 105). La vida consagrada, en cambio, testimonia la sobreabundancia de amor que impulsa a "perder" la propia vida, como respuesta a la sobreabundancia de amor del Señor, que "perdió" su vida por nosotros primero.

En este momento pienso en las personas consagradas que sienten el peso de la fatiga diaria, con escasas gratificaciones humanas; pienso en los religiosos y las religiosas de edad avanzada, en los enfermos, en quienes pasan por un momento difícil en su apostolado... Ninguno de ellos es inútil, porque el Señor los asocia al "trono de la gracia". Al contrario, son un don precioso para la Iglesia y para el mundo, sediento de Dios y de su Palabra."
Recemos pues hoy por los consagrados y para que el Señor suscite las vocaciones que necesitan losInstitutos para ser testigos de la Misericordia y de la gratuidad del amor de Cristo en medio del mundo.

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