QUE TODOS SEAN UNO


Cuanto hubiéramos dado por estar hace dos mil anos con Jesús por las rutas de Palestina. Hubiéramos sacado nuestra cámara y nuestras grabadoras ultra digitales y no hubiéramos perdido detalle. Imaginaos que alguien consigue grabarlo mientras oraba. Qué bombazo, qué exclusiva, qué éxito.
Pues esas mismas palabras de Jesús que ora al Padre las tenemos, las conservamos, un testigo de primera, uno de sus íntimos, nos las ha conservado. Hablo de San Juan evangelista claro. Y la oracion que hoy queremos recordar es “No solo ruego por estos, sino por los que han de creer en mi por su palabra”
Esta rezando por nosotros, por los que intentamos creer en la Buena Nueva transmitida por los Apóstoles. Y qué mas dice “Que todos sean uno, como Tu yo somos Uno, que ellos también estén unidos en nosotros. Para que el mundo crea” Jn 17, 20-21
Es sin duda esta página del Evangelio, en la que Jesús manifiesta los sentimientos profundos de su Corazón, la que marco mas profundamente la experiencia espiritual del P. Vallet. En ella encontraba que Jesús dejaba a sus discípulos su testamento espiritual, les hace sus más profundas confidencias. Les confía su sed mas profunda: que la unión íntima que existe entre las Tres divinas Personas, exista también entre los hombres. Sus escritos espirituales vuelven una y otra vez sobre esta experiencia, este anhelo, este deseo que debe informar nuestro corazón hasta hacernos apóstoles de la unidad dentro y fuera de la Iglesia. Es uno de los ideales supremos de nuestros Institutos. “Que todos sean uno. Para que el mundo crea”
Qué impacto hubieran tenido los cristianos de todos los siglos, los de nuestro tiempo también si viviéramos esta caridad, esta unión que tanto anhela el Corazón de Jesús. Si a cada generación se pudiera decir lo que los paganos decían de aquella primera comunidad “Mirad como se aman”
En esta semana  de oración por la unión de los cristianos os ofreceremos en los próximos días textos de nuestro Fundador que nos pueden estimular, y alentar a trabajar por esa unión tan deseada del Corazón de Cristo y de la que depende en gran manera la eficacia de todos los esfuerzos apostólicos de la Iglesia.

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