"...pero al final, como no hacemos discípulos, nada de esto sirve y todo se desmorona".



En los próximos días celebraremos importantes solemnidades del año litúrgico: hoy, la Ascensión, y, después todo seguido,  Pentecostés, la Santísima Trinidad, Corpus Christi y el Sagrado Corazón de Jesús.

No son fiestas “nuestras” que las celebremos con Dios. No son una celebración nuestra que Dios se mira desde arriba, sino, fiestas de Dios que Él celebra con nosotros. Participamos de una fiesta de Dios. ¡¡Dios nos invita a su fiesta...!!

Y hoy, celebramos la ascensión de Jesús al cielo. Si hoy celebráramos la marcha de Jesús, ésta tendría que ser una fiesta triste. Que marche alguien, y más alguien como Jesús, siempre es una cosa triste, pero no celebramos que Jesús marchó, ni que se alejó, ni que se  separó de nosotros.

Celebramos que Jesús entra en la plenitud del Padre ya como Dios y como hombre, su humanidad es glorificada. Y, atención: esto le permite un nuevo tipo de relación con toda la Humanidad, con cada uno de nosotros. Jesucristo deja de ser visible físicamente, para quedarse entre nosotros con otras presencias (los pobres, los sacramentos, los acontecimientos, la palabra de Dios, la comunidad, la naturaleza, etc.) Presencia que quiere certificar con sus palabras finales, las últimas del evangelio de Mateo, es muy significativo: “Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos”. ¡Primera idea!

(En todo lo que diré a partir de ahora sigo a un sacerdote canadiense, James Mallon, que ha escrito un libro que está resultando un best-seller en todo el mundo: “Una renovación divina”, donde habla de la necesaria renovación en las parroquias.)

En esta fiesta tan solemne, Jesús nos da una orden, que se le llama la Gran Misión, formada por cuatro tareas, cuatro imperativos: id, haced discípulos, bautizadlos, enseñadles.

¿¿Cuál de los cuatro verbos os parece el más importante??..., ... Fijémonos como lo expresa Jesús: “Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado”.

¿¿El verbo más importante?? El centro gramatical y centro teológico de la frase es “haced discípulos”. El resto de verbos giran alrededor de hacer discípulos.
“Id”, a hacer discípulos. ¿Cómo? Bautizándolos y enseñándoles. Todo gira alrededor de hacer discípulos. Pero, es el ámbito donde la Iglesia muestra su debilidad.

Durante siglos, la Iglesia ha mostrado una sorprendente fuerza misionera. Nosotros hemos ido, “id”, decía Jesús, a todas partes. A todos los continentes... Miles y miles de misioneros, aún hoy, en la actualidad. Una fuerza ingente...

Respecto a bautizar, ninguna duda. Hemos bautizado todo lo que hemos podido.

Respecto a enseñar, la Iglesia tiene una rica tradición en la enseñanza, escuelas, universidades, nadie en el mundo ha hecho tanto por la enseñanza como nosotros. ¡¡Nadie!!

Pero, lo que nos cuesta más, es aquello que es central en la Gran Misión, que nos encomienda Jesús: hacer discípulos. Dice James Mallon … pero al final, como no hacemos discípulos, nada de todo eso sirve y todo se desmorona”.

Dice James Mallon: “Ser un discípulo es ser un alumno. Ser un discípulo de Jesús es estar embarcado en un proceso de aprendizaje de toda la vida, el cual tiene por objeto aprender de Jesús, el profesor, y de labios de Jesús, maestro.... Este proceso de aprendizaje no se improvisa, sino que es intencionado y disciplinado. Hacerse discípulo es comprometerse con este proceso de crecimiento”. Seguir las huellas de Cristo.



“Pero, honestamente, ¿a cuántos de nuestros parroquianos describe este término?... a una minoría...”

“La única solución es volver a lo que Jesús nos pidió hace dos mil años: que no hagamos simplemente creyentes o “católicos practicantes”, sino que hagamos discípulos.”

 “La Iglesia es una entidad que existe ¡para los que no son de ella! La Iglesia es lo contrario de un club, y no debería funcionar como un club, para sus miembros, sino para los que están fuera…. ¿Queremos meros consumidores de sacramentos o queremos discípulos intencionales de Jesucristo que cumplen con lo de id, bautizad, enseñad y haced discípulos como Cristo pide?”.


¿¿Es posible?? Sííí. Porque su fuerza está en nosotros. Primera lectura: “recibiréis la fuerza del Espíritu Santo.... Segunda lectura: “Que comprendáis… la extraordinaria grandeza de su poder en favor de nosotros, los creyentes,  según la eficacia de su fuerza poderosa”. Amén.

Francesc Jordana




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