NUESTRA SALVACIÓN POR MEDIO DE UNA MUJER


En la Navidad la salvación  nos viene por María.
Una de las cosas que más brilla en las fiestas de la Navidad es la voluntad divina de darnos la salvación, esto es, la persona del Salvador, por medio de María. Se aplica así al misterio cristiano, aunque de manera más suave y misericordiosa, lo que se dice de Judit, elegida por Dios para liberar al pueblo judío de la amenaza de Holofernes: «Oh Dios, que has dado la salvación por medio de una mujer». Dios ha querido darnos al Salvador, y por El la salvación tan esperada, a través de la Santísima Virgen, que por ello es el principal personaje del Adviento (en su mismo centro está su fiesta de la Inmaculada Concepción), y un personaje central en el misterio de la Navidad. 


De ella quiere nacer el Salvador; a ella acuden los pastores para encontrar al Niño Dios; en sus brazos está Jesús cuando Simeón acude al templo, para tener la alegría de conocer al Salvador que Dios ha enviado a Israel; en su regazo sigue todavía cuando se presentan en Belén unos magos venidos desde lejos para adorar al Rey de los judíos recién nacido. Esta presencia de María junto a Jesús, esa voluntad expresa de Jesús de no darse sino por María, es uno de los grandes secretos de la religión católica, y una de las claves del modo de obrar de Dios en todo el ámbito de la redención. Habiendo quedado perdida la humanidad por culpa de un hombre y de una mujer, por medio de otro Hombre y de otra Mujer debía quedar regenerada y justificada. ¡Qué admirables son los planes de Dios, y con qué condescendencia maravillosa se adapta a nosotros, pobres pecadores!


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