Nadie sobra
Ignacio amaba a la Iglesia. No la veía como un órgano de poder, o una estructura administrativa, o la alternativa perfecta a la sociedad... la veía como una madre y era consciente de que, además de santa, era pecadora. Pero optó por ser de la Iglesia.
Especialmente, en un tiempo en el que lo fácil era renunciar a ella.
Tanta importancia le daba a la Iglesia que redactó unas "Reglas para sentir CON la Iglesia" en sus Ejercicios espirituales. Y es sorprendente el cariño que desprende su redacción. Sin ir más lejos, diez de las dieciocho reglas están dedicadas a alabarla.
Su deseo de Iglesia recuerda a la armonía que se crea cuando las personas bailamos. Una armonía por la compenetración pero, también, porque, a pesar de que nos equivocamos, nadie sobra.
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