Sabernos esperados

  La otra tarde fui a la terminal T4 del aeropuerto de Madrid a esperar a una amiga que venía de Barcelona. Se retrasaba en la salida y me entretuve mirando los rostros de la gente que llegaba. Es algo que me fascina de los aeropuertos. Unos abuelos que esperan a su nieto y cuyos ojos se iluminan y se rejuvenecen al verlo. Un hombre que aguarda a su compañera y no ven el momento de abrazarse largo. Dos amigos…Con el reencuentro que más disfruté fue con el de una mujer que venía con una niña de la mano y un bebé en el cochecito; los esperaba su padre y la niña corrió tan rápida a sus brazos que casi se golpea con la barrera de salida. Era hermosa la expresión de felicidad de este hombre, aún joven, con sus hijos. La mujer lo besó varias veces con devoción y pensé que hacía tiempo que no se veían. Ella volvió a entrar a por las maletas y yo, mientras, seguía observando al padre con sus pequeños. ¡Qué gusto daba contemplarlos! También me fijé en otros rostros, esos a los que espera un empleado con un cartel en la mano, ahí no había ninguna transformación. Por último, estaban aquellos que saben que nadie ha ido a esperarlos, salen de prisa y apenas miran. 
 
  Me pregunté: ¿Cómo quiero yo esperar en este curso? ¿Cómo quiero situarme ante los acontecimientos que llegarán? ¿Cómo quiero mirar y hacer sentir a las personas con las que comparto la vida?... Sé, como decía el pintor Paul Gauguin, que necesito «cerrar los ojos para ver», que no quiero dejarme tomar por el ritmo trepidante de la agenda llena y las cosas aparentemente importantes; que quisiera recibir a cámara lenta, conscientemente, a la gente que llega a mi vida y que cuanto más intenso es el año que tengo por delante, con mayor profundidad necesito vivirlo.
  En esas observaciones interiores andaba cuando salió mi compañera y se disculpó por el retraso, «no te apures -le dije- he pasado un buen rato» e intenté yo también, como esa pequeña había hecho con su padre, que su rostro se iluminara. Ya nos íbamos del aeropuerto cuando pensé: ¡qué distinto se afronta el viaje de la vida si sabemos que al llegar hay Alguien que hace mucho nos espera¡ Y sentí ganas de rezar por todos aquellos que no lo saben y que son esperados con la misma intensidad.
Mariola López Villanueva, en Vida Nueva

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