Decálogo de Benedicto XVI a los jóvenes

   En la JMJ que tuvo lugar en Madrid en 2011, Benedicto XVI desarrolló todo un programa catequético y pedagógico, bien interesante para los jóvenes. Algo que todavía tiene mucho que decir si se transmite bien. Un programa que recoge varios pilares de la fe, especialmente basado en la centralidad de Cristo. Enseñanzas que queremos recoger en forma de decálogo, como parte de la herencia que deja este Papa, en concreto, a los jóvenes.
   1.La búsqueda de una verdad que dé sentido a la vida, y la posible respuesta religiosa (en Cristo) a esa búsqueda… (esto, en un tiempo en el que es difícil encontrar donantes serios de sentido). Lo que se plantea aquí es que la religión puede ser un donante de sentido, y buena parte de nuestra labor hoy en día es ser capaces de mostrar cómo y por qué. La actitud de búsqueda aparece como fundamental.
   2.La profundidad frente a la banalidad en las búsquedas concretas de la felicidad. En esta época de superficialidad, en la que el ‘icono’ de cómo moverse por la cultura contemporánea es el surfeo. ¿Qué ventajas tiene la banalidad? Que es menos exigente. Que es más fácil. Que cuesta menos pasar de una realidad a otra. Que es menos ambiciosa… Por eso es  importante ofrecer lo que de verdad aporta la profundidad. Pilares firmes. Un suelo de roca sobre el que construir la vida. Una mirada más aguda a la realidad de la propia vida y de la vida de otros.
3.La disposición a escuchar las palabras de Jesús, que puedan fraguar para toda la vida. Esto, en concreto, es una doble invitación: a la oración y a la formación bíblica.
4.La responsabilidad personal en la vivencia de la propia fe. Es un concepto interesante, sobre todo en una época en la que la responsabilidad viene, a menudo, minimizada por tener siempre excusas, salvaguardas o ‘adultos’ que puedan terminar dando la cara por uno. En este sentido, en lo que se viene a insistir aquí es en que hacen falta personas serias, sólidas, individuos fuertes y coherentes en la vivencia de la fe.
5.La radicalidad al arraigar el corazón en Cristo. El concepto de radicalidad es muy interesante. Para mucha gente ser radical es ser excesivo, extremo… pero la idea tiene más bien que ver con echar raíces, en Cristo y su evangelio.
6. La búsqueda de Dios en el sufrimiento humano, sin pasar de largo ante él. Otra llamada de atención muy importante, pues es fácil hoy ser ciego, sordo o indiferente.  En el hombre y la mujer que sufre hay un grito de Dios que alza la voz pidiendo justicia, y una llamada a cada ser humano hoy.
7. La búsqueda religiosa de la verdad y la justicia. Un binomio interesante. La pregunta por la verdad es una pregunta que hoy en día despierta muchas perplejidades. Ahí entra la duda tanto como la certeza. Entra la conciencia de que la verdad es un concepto límite que se nos escapa. Y la idea de justicia evangélica –con su dosis de misericordia y de preferencia por los más débiles también necesita toda una pedagogía–
8. La adhesión personal a Cristo;  esto encaja muy bien con la sensibilidad contemporánea. Lo que estamos intentando establecer no es una doctrina, o una ideología, sino una relación. Ya hablemos de ‘amistad’, ‘seguimiento’, ‘discipulado’… lo importante es ayudar a descubrir un ‘Tú’. Ese es uno de los puntos más exigentes en la pastoral (en un mundo donde al final todo invita a que uno siempre piense en ‘yo’).
9. La conciencia de que a Cristo se le sigue en comunidad;  y ahí hay todo un trabajo de formación sobre las tensiones tan frecuentes en nuestra Iglesia (entre lo local y lo universal, entre las pequeñas comunidades y la gran comunidad, entre los carismas y la institución, entre la diversidad y la unidad). La noción de pertenencia es fundamental.
10. La conciencia de estar enviados a proclamar esa verdad. Recuperar la conciencia de misión es interesante. Los jóvenes están llamados a dar un testimonio valiente, sin avergonzarse del Señor. Esto resulta hoy un reto inmediato. El testimonio sencillo de la propia práctica e implicación religiosa. El testimonio de: creer; practicar…

Ahí hay todo un programa que podemos y debemos difundir, trabajar y ayudar a que se haga real en la vida de personas y sociedades. Una buena herencia para hoy.
 José María Rodríguez Olaizola, sj

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