Buscar, seguir y permanecer en Cristo
“Venid
y lo veréis” (Jn1, 39). De esta manera respondió Jesús a los dos
discípulos de Juan el Bautista que le preguntaban donde vivía. En estas
palabras encontramos el significado de la vocación sacerdotal. Toda la
vida del sacerdote –como la de todo cristiano- ha de encontrar su
sentido y su dinamismo en una relación personal con Jesucristo.
Dentro del Año de la Fe llegamos este
domingo al Día del Seminario, en la proximidad de la fiesta de San José.
El lema escogido para este año es una afirmación de San Pablo en la
segunda carta su hijo espiritual y discípulo Timoteo: “Yo sé bien en
quien tengo puesta mi fe”, o según otras traducciones: “Yo sé bien de
quien me he fiado”. Scio cui credidi: “Sé en quién he creído”, traduce la Vulgata (2 Tm 1,12)..
En todas las posibles traducciones se
expresa una especial intimidad de Pablo con Jesucristo, el que se le
apareció camino de Damasco cuando perseguía a la Iglesia y a los
cristianos. ¡Cómo hemos de agradecer esta confesión de un Pablo anciano,
solo y encarcelado, que encuentra en su fidelidad a Cristo el sentido
de su vida de servidor del Evangelio y de heraldo de Cristo entre los
gentiles!
Desde los primeros tiempos de la
Iglesia, los apóstoles –Pablo lo hará con Timoteo- llevarán a cabo su
misión llamando a otros hombres, como obispos, presbíteros y diáconos,
confiriéndoles una potestad espiritual, mediante el gesto sacramental de
la imposición de manos y la plegaria, para cumplir el mandato de Jesús
resucitado, que les envió a todos los hombres de todos los tiempos.
“Los presbíteros son llamados a
prolongar la presencia de Cristo, único y supremo pastor, siguiendo su
estilo de vida y siendo como una transparencia suya en medio de la
comunidad que les ha sido confiada”, escribió el beato Juan Pablo II en
la exhortación apostólica Pastores dabo vobis (n. 15).
Y añadía que los presbíteros son, en la
Iglesia y para la Iglesia, una representación sacramental de Jesucristo
Cabeza y Pastor, proclaman con autoridad su palabra, renuevan sus gestos
de perdón y de ofrecimiento de la salvación, principalmente con el
bautismo, la penitencia y la eucaristía; ejercen, hasta el don total de
sí mismos, el cuidado amoroso de la grey cristiana, a la que congregan
en la unidad y conducen al Padre por medio de Cristo en el Espíritu. En
una palabra, los presbíteros existen y actúan para el anuncio del
Evangelio al mundo y para la edificación de la Iglesia, personificada en
Cristo, Cabeza y Pastor, y en su nombre (Ibid, n.15).
Se comprende, así, que la mayor
preocupación de un obispo –y ciertamente lo es para mí- sea el suscitar
vocaciones de presbíteros y diáconos al servicio de las comunidades
cristianas de la diócesis. Es un gran consuelo para este obispo haber
podido ordenar, desde la constitución de la diócesis de Terrassa,
veinticuatro nuevos sacerdotes y cuatro diáconos permanentes.
El Día del Seminario es una oportunidad
para pensar en el futuro de la diócesis i pedir al Señor nuevas
vocaciones al sacerdocio ministerial.
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
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