EL LABRADOR ESPIRITUAL


Si a cada una de las realidades visibles no la ayuda otra naturaleza que le sea ajena, ella por si es tosca e informe.
Así la sabiduría inexplicable de Dios se sirve de las cosas visibles para indicar misterios y figuras. De hecho, la naturaleza humana por si misma es impotente para mostrar el acondicionamiento de la virtud y la belleza espiritual de la santidad sin la ayuda de la mano divina, igual que la tierra, que por si misma, sin los cuidados del labrador y sin la colaboración que recibe de las lluvias y del sol es incapaz y totalmente insuficiente para cultivar frutos. Cualquier casa, para no estar totalmente a oscuras necesita la luz de este sol que, precisamente, no es de su misma naturaleza. Y se puede ver como otras cosas se encuentran en condiciones similares a estas. De la misma manera, también la naturaleza humana, que por si es incapaz de producir frutos de virtud, necesita del labrador espiritual de nuestras almas, es decir, el Espíritu de Cristo, que es absolutamente extraño a nuestra naturaleza - efectivamente, nosotros somos creados y el es el Increado- para que cultive con su propio arte y prepare los corazones de los fieles que se  han consignado con toda la voluntad al labrador espiritual,  que los cultivará con su arte peculiar, y producirán frutos del Espíritu; así resplandecerán con su luz en la casa de nuestra alma ofuscada por las pasiones. 


Macario de Egipto





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