Contrastes


Todo el cristianismo, toda nuestra fe, todo lo que Jesús nos ha querido enseñar, está condensado en esta imagen: Cristo crucificado. Él es la gran lección, es la gran enseñanza, es la culminación de toda la revelación de Dios. No hay ninguna imagen, ningún icono, ningún símbolo, que hable tanto como el de Jesús crucificado.

Si a un niño le decimos que dibuje el amor seguramente nos dibujará un corazón. Si a un niño cristiano, de familia cristiana, en estos días, le decimos que nos dibuje el amor, seguramente nos dibujará a Jesús crucificado.

Jesús es la manifestación más clara del amor. Y lo es en dos sentidos: a) Dios es amor, quien nos lo ha manifestado ha sido Jesús. b) En segundo lugar, de toda la vida de Jesús, la escena que mejor manifiesta que Dios es amor, es su muerte en cruz.

Cuánto bien nos hace contemplar a Cristo crucificado. Cuánto bien nos hace contemplar un amor que es donación total. Esto es amar: darse a los demás. Cuánto  bien nos hace contemplar un amor que no se ha buscado a él mismo, un amor que “no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango... Cuánto  bien nos hace contemplar el icono de lo qué es amar verdaderamente. Cuánto bien nos hace contemplar un amor que muere perdonando. Cuánto bien...

A nosotros que nos cuesta amar de verdad, nos hace mucho bien contemplar a Cristo crucificado.

Podríamos decir que la Semana Santa son unos días para sentir “envidia”. Sí, “envidia”. “Envidia” de Cristo, “envidia” de su manera de amar. Es bueno que sintamos esta “envidia” y que le digamos: “dame tu amor” “que pueda amar como tú amas”, “dame un poquito de tu amor y ya me conformo...”. Jesús, este amor que nos muestra, no se lo quiere quedar para Él, antes todo el contrario, ¡¡quiere comunicarlo!!

Hoy es un día de contrastes. En la calle: alegría, gozo, fiesta. En el evangelio: abandono, soledad, pasión y muerte.

Un contraste muy fuerte, pero no es el único contraste:
También contrasta la autenticidad del relato que hemos leído, con nuestra vida tantas veces incoherente con  nuestra fe.

También contrasta la entrega de Jesús para salvarnos a cada uno de nosotros con nuestra acogida fría y poco comprometida de su salvación.

También contrasta su amor verdadero hacia cada uno de nosotros con nuestro vivir una religiosidad que nos lleva a cumplir con unos actos de piedad, pero, no a tener una relación de amor con Jesús.


El Papa decía este martes que hemos de ser “cristianos sin peros”. “Cristiano sí, pero...” “cristiano sí, pero...” éstos no terminan de abrir el corazón a la salvación de Dios y siempre ponen condiciones. “Sí, pero... Sí, sí, sí, quiero ser salvado pero por este camino. Y así el corazón se envenena”. Dos frases extraordinarias: “Cuántos cristianos mueren hoy, por no saber aceptar el estilo de Dios”. “Y de esta tibieza del alma uno se cura solamente mirando la cruz”.
Francesc Jordana

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