Un resurgir
¡¡Cristo ha resucitado!! Es
el grito que nos lanza todo el tiempo de Pascua.
Un grito que nos llena de alegría.
Una alegría que tiene dos fuentes: Por un lado, la alegría porque nuestro amado
Jesucristo, ha resucitado. ¡Lo amamos y nos alegramos! Lo hemos contemplado
abandonado, solo, escarnecido, sufriendo, muriendo, y ahora, lo contemplamos
resucitado y nos llena de alegría. Es la gracia que tiene la contemplación;
entras en la escena, entras en lo que se contempla, entras en el corazón de los
personajes, y puedes sentir lo que ellos sienten. Por esto, hoy, ¡sentimos
alegría!
Y la otra fuente de la alegría,
es por nosotros mismos, por la implicación que la resurrección tiene para nosotros.
Su resurrección nos abre la puerta a una vida nueva. ¡Es posible una vida nueva!
¡Es posible recomenzar de nuevo! (aunque tengas setenta años). ¡Es posible dejar
atrás egoísmos, cerrazones, caídas, y empezar de nuevo! ¡Es posible un vivir
diferente del que nos ofrece el mundo! ¡Es posible ser feliz sin dinero!, ¡sin
viajes!, ¡sin gastar!, ¡sin ser guapo! ¡Es posible todo esto porque Cristo ha
resucitado, y nos ofrece una vida nueva!
Jesucristo nos saca de nuestro
sepulcro. En principio, todos tenemos una tendencia a estar cerrados en nosotros
mismos, esto es el sepulcro, quiere decir que estamos muertos. Y es el encuentro
con Cristo que nos saca de este sepulcro. Gracias a Él tomamos conciencia de lo
que somos, de para qué estamos hechos, descubrimos el sentido de la vida, el
sentido de ser persona, y recibimos la fuerza que nos permite recorrer este camino.
Esto es como volver a nacer, es un resurgir, es una resurrección.
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