El hombre tiene dentro de si su luz y su fuerza.


"La acción tiene sus peligros:
obrar por obrar, obrar por afirmarse,
obrar por brillar, obrar por dominar.
Querer el éxito a toda costa, querer ir demasiado a prisa.
Perder el contacto con Dios. 
Sacrificar a los otros a mi juego.
Convertirme en político, o en hombre de negocios, o en patrón.
Saborearse con el éxito, o carcomerse por los fracasos;
endurecerse, creerse en el término y no querer seguir avanzando.
Abandonar el estudio, abandonar la oración,
perder la humildad, convertirme en un sectario.
Dejar de ser apóstol, perder mi capacidad de acogida bondadosa.
Desear el poder y el apoyo de los grandes.
Comprometer a la Iglesia,
dejarse maniobrar, pactar con la injusticia…
Creerse indispensable a Dios.
No orar bastante. No darse por entero.
Preferirse a la Iglesia. (…)
No retroceder para ver el conjunto.
No tener en cuenta el contexto del problema. (…)
Querer siempre tener la razón. (…)
No respetar a los demás; no dejarles iniciativas;
no darles responsabilidades.
Ser duro para sus asociados y para sus jefes.
Tomar a todo el que se opone como si fuese un enemigo.
Ser demoledor por una crítica injusta o vana.
Estar habitualmente triste o de mal humor.
No dormir bastante, no comer lo suficiente…
Peligros bien reales que pueden llegar a inutilizar al apóstol.
Pero Dios se encargará de purificarlo, (…)
porque el hombre tiene dentro de si su luz y su fuerza.
No es el eco de un libro,
el doble de otro, el esclavo de un grupo. (…)
El cristiano es un hombre a quien Dios
ha confiado a todos los demás hombres.

Todo hombre es débil cuando sólo se defiende a sí mismo,
pero su debilidad se vuelve fuerza,
cuando tiene la responsabilidad
de otros seres más débiles que él a quien defender."
San Alberto Hurtado sj

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