"Un cristiano antes que murmurar debe morderse la lengua"

 
En el Credo profesamos la fe en "la Iglesia, que es una". En efecto, la Iglesia es única, aunque esté esparcida por todo el mundo y haya muchas diversidades. 
Lo hemos visto en la reciente Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro: tantos rostros, tantas lenguas, tantos lugares de proveniencia, pero una sola Iglesia, como una gran familia, unidos como hermanos en una misma fe y esperanza, en la caridad y en los sacramentos, en el ministerio apostólico instituido por Cristo. 
 ¿Vivimos así, o estamos encerrados en nosotros mismos o en nuestro propio grupo? 
¿Nos preocupamos por los demás, aunque estén lejos? 
 ¿Rezamos por ellos, especialmente por los cristianos que están perseguidos? 
A veces surgen tensiones y conflictos que hieren la unidad de la Iglesia, pero somos nosotros quienes las provocamos. 
Y una de las cosas que más desunen a la Iglesia es el chismerío. 

Un cristiano no puede ser chusma, no puede andar hablando mal de otros. Le conviene primero morderse la lengua y después hablar mal de otros. Y por eso hay que fomentar siempre la comunión en todos los ámbitos de la vida para crecer en la unidad que Dios nos da, y también para favorecer el camino ecuménico. Y, como esta unidad no es fruto de acuerdos humanos, sino obra del verdadero artífice, el Espíritu Santo, hemos de pedirla con perseverancia en la oración.

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