Con la experiencia de la Palabra la fiesta es inevitable
Nos cuesta la oración. Primero, nos cuesta encontrar momentos para rezar. Y
cuando los encontramos nos cuesta la oración en sí. No son pocas las veces que
los adolescentes me han dicho: “Es que no
siento nada. Es que pierdo el tiempo. Es que pienso cosas, pero no rezo.” Y
yo les digo:”Esto lo hemos de trabajar, es
muy importante”. Y les lanzo una idea... “Jesús te habla en el evangelio. Acércate al evangelio.”
San Agustín lo dice mucho mejor que yo: “El evangelio es la boca de Jesús”.
Hoy, la primera lectura nos ilumina mucho, mucho, en este sentido. Es
preciso explicar el contexto. El pueblo de Israel ha vuelto del exilio, de la
deportación a Babilonia, después de la derrota con los asirios. Han estado muchos
años lejos de la tierra prometida, lejos del templo. Y empiezan la
reconstrucción del templo. Y ¡¡oohh!! sorpresa. Haciendo las obras encuentran textos
sagrados. Encuentran el libro que narra la alianza del Sinaí: huída de Egipto,
alianza, cuarenta años por el desierto. Es el libro que narra sus infidelidades
y fidelidades.
La primera lectura explica el momento en que se lee, por primera vez,
públicamente este texto, después de ser encontrado. Un relato impresionante.
¡¡Qué escena!! ¡¡Cuántas luces para nosotros!! ¡¡Dejémonos iluminar por ella!!
¡Cada cual como Dios le diga!
El inicio del evangelio va también en este sentido, de poner la palabra ante
nosotros como fuente de vida, como fundamento de nuestra fe. Lucas quiere dar
la seguridad de lo que él ha escrito es lo que pasó, es lo que dijo Jesús. Que
la enseñanza recibida tiene una solidez histórica. No son fábulas ni cuentos.
Nosotros hemos de poder decir no sólo con los labios, sino con el corazón lo
que decíamos en la respuesta del salmo: “Tus
palabras, Señor, son espíritu y vida”. ¿Podemos decirlo?... ¿es una
expresión que nace de nuestra vivencia
religiosa?
Martin Buber viene a decir en su libro “El eclipse de Dios” que la
dificultad actual nace de haber situado entre Dios y nosotros una cierta idea
de Dios. La palabra, tener la palabra en las manos, nos ayuda a purificar ideas
equivocadas de Dios o ideas equivocadas de cómo vivir la fe. O nos ayuda a vivir
más plenamente la llamada de Dios.
Ayer almorzaba con un sacerdote que está pensando dejar el sacerdocio. Y me
hacía cruces de la capacidad tan grande de engañarnos que tenemos. La capacidad
tan grande de hacer decir a Dios lo que queremos que diga. ¡Increíble! Nos hace
falta a todos situarnos ante la palabra con mucha humildad, con mucha docilidad.
Diciéndole como Samuel: “Habla Señor, que
tu siervo te escucha”.
Hoy hemos escuchado a Jesús exponiendo su misión. Su misión se sintetiza en
cinco palabras: Buena Nueva, libertad, luz, liberación, año de gracia.
Qué belleza
hay en estas palabras. Que lleguen a ser una belleza iluminadora, y no una belleza
de museo.
Francesc Jordana
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