PONERSE EN JUEGO


En toda entrega personal suele haber una zona que se mantiene a cubierto. Un lugar que no se pone en juego. Me doy, pero no totalmente. Siempre mantengo una garantía, un talento que no entrego por miedo, porque me exige mucho o me hace vulnerable. Quizás me estoy guardando algo para mí: mi tiempo sagrado, mi espacio inviolable, mis manías intocables o mis secretos irrevelables.

Lo cierto es que en la vida lo que no se da, se pierde. Si no pongo en juego todo, incluso lo que hasta ahora he protegido, es posible que disfrute de menos libertad, o lo que es peor, que no sirva lo que ya estoy dando. Para Ignacio de Loyola el todo era "solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos criados".

Puedo seguir manteniendo en retaguardia algo de mí y continuar invirtiendo en incrementar mis propiedades. Pero es posible ponerlos a disposición de otros, ponerme por entero disponible para servir a Dios y a los demás. Quizás sea hora de vender los fondos que me quedan antes de que cierre la Bolsa.

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