¿Qué querrá decir velar, no dormirnos?
Una experiencia común a todos nosotros, o a la mayoría, es que nos cuesta despertarnos. ¡Cuesta!, pero una vez te has despertado y te has duchado estás contento, alegre y motivado por haberte despertado a la primera.
Hoy Jesús nos dice: “Mirad, vigilad”. “...velad entonces...”. “No sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos”. “...lo digo a todos: ¡Velad!”. Jesús sólo nos propone cosas buenas, sólo nos propone cosas que nos hagan bien. Por tanto, este velar, este estar despiertos es bueno, nos motiva, nos da alegría, nos da vida. ¿Qué querrá decir este “velar”?
Otra experiencia común es que hay circunstancias en las que por mucho sueño que tengamos, no podemos dormirnos, como por ejemplo, cuando estamos conduciendo. Si nos viene el sueño al volante, abrimos la ventana, ponemos la radio a tope, nos ponemos a cantar, lo que sea para no ceder al sueño, nos va la vida.
Después de escuchar a Jesús hoy también nos ha de quedar claro: no podemos dormirnos, prohibido dormirse, es peligrosísimo, nos va la vida. ¿Qué querrá decir este “velar”?
¿Qué querrá decir velar, no dormirnos? El tiempo litúrgico nos da un contexto para ayudarnos a responder a la pregunta. Los tiempos litúrgicos son una luz para poder interpretar los evangelios.
¿Qué querrá decir velar, no dormirnos? ¿Por qué Jesús le da tanta importancia? ¡¡Porque Jesús viene y nos puede pasar desapercibido!! Y viene de tres maneras muy diferentes. Tres venidas a las que hemos de estar atentos:
• La venida histórica de Jesús (celebramos el 25 de diciembre). ¡Nunca destacaremos bastante la sorpresa de un Dios hecho hombre! De esta hablaremos más adelante. Comprender toda la grandeza e implicaciones de este acontecimiento es estar velando, es estar despiertos.
• La segunda venida de Jesús, la Parusía. El fin de la historia tal y como la conocemos. Y empezará un cielo nuevo y una tierra nueva. Seguramente, ninguno de nosotros, viviremos esta Parusía, pero sí que viviremos nuestra Parusía personal, que es nuestra muerte, nuestro encuentro definitivo con Cristo. Moriremos. ¡Moriremos todos! Caminamos hacia la muerte. No podemos tener miedo a la muerte. Y es bueno pensar en la muerte. Nos hace bien pensar en este encuentro definitivo con Jesucristo. No sabemos cuándo volverá el amo de casa... que no nos encuentre durmiendo. Que nos encuentre despiertos, dispuestos a abrazar con dulzura a nuestra hermana muerte, como decía San Francisco de Asís.
Hoy Jesús nos dice: “Mirad, vigilad”. “...velad entonces...”. “No sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos”. “...lo digo a todos: ¡Velad!”. Jesús sólo nos propone cosas buenas, sólo nos propone cosas que nos hagan bien. Por tanto, este velar, este estar despiertos es bueno, nos motiva, nos da alegría, nos da vida. ¿Qué querrá decir este “velar”?
Otra experiencia común es que hay circunstancias en las que por mucho sueño que tengamos, no podemos dormirnos, como por ejemplo, cuando estamos conduciendo. Si nos viene el sueño al volante, abrimos la ventana, ponemos la radio a tope, nos ponemos a cantar, lo que sea para no ceder al sueño, nos va la vida.
Después de escuchar a Jesús hoy también nos ha de quedar claro: no podemos dormirnos, prohibido dormirse, es peligrosísimo, nos va la vida. ¿Qué querrá decir este “velar”?
¿Qué querrá decir velar, no dormirnos? El tiempo litúrgico nos da un contexto para ayudarnos a responder a la pregunta. Los tiempos litúrgicos son una luz para poder interpretar los evangelios.
¿Qué querrá decir velar, no dormirnos? ¿Por qué Jesús le da tanta importancia? ¡¡Porque Jesús viene y nos puede pasar desapercibido!! Y viene de tres maneras muy diferentes. Tres venidas a las que hemos de estar atentos:
• La venida histórica de Jesús (celebramos el 25 de diciembre). ¡Nunca destacaremos bastante la sorpresa de un Dios hecho hombre! De esta hablaremos más adelante. Comprender toda la grandeza e implicaciones de este acontecimiento es estar velando, es estar despiertos.
• La segunda venida de Jesús, la Parusía. El fin de la historia tal y como la conocemos. Y empezará un cielo nuevo y una tierra nueva. Seguramente, ninguno de nosotros, viviremos esta Parusía, pero sí que viviremos nuestra Parusía personal, que es nuestra muerte, nuestro encuentro definitivo con Cristo. Moriremos. ¡Moriremos todos! Caminamos hacia la muerte. No podemos tener miedo a la muerte. Y es bueno pensar en la muerte. Nos hace bien pensar en este encuentro definitivo con Jesucristo. No sabemos cuándo volverá el amo de casa... que no nos encuentre durmiendo. Que nos encuentre despiertos, dispuestos a abrazar con dulzura a nuestra hermana muerte, como decía San Francisco de Asís.
• La venida intermedia, que es la que sucede cada día cuando rezamos, cuando hacemos el bien, cuando participamos de la eucaristía, cuando tenemos un problema, cuando las cosas nos van bien. Hay un continuo advenimiento de Cristo a nuestra vida. ¡Estar velando, despierto, se refiere a descubrirlo cada día, a cada paso, a cada momento! La vida es fuente de santificación, las cosas ordinarias, no sólo los actos piadosos. Él nos espera en los lugares y los acontecimientos más inverosímiles. ¡Porque Dios es adviento!
¡¡Velar!! “Mirad, vigilad”. “...velad entonces...”. “No sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos”. “...lo digo a todos:¡Velad!”.
Muy bien. Ahora ya sabemos qué quiere decir velar, pero ¿cuál es el camino para velar, para estar despiertos?, que hemos visto que es tan importante. ¿Qué hará que podamos tener esta actitud? Lo explico a partir de la primera lectura: “Nosotros la arcilla y tú el alfarero: somos todos obra de tu mano”. Hemos de desear ser arcilla en sus manos, tener bastante docilidad para que Él nos pueda trabajar. A mí me parece que todos somos arcilla un poco seca. Al Señor le cuesta mucho trabajarnos.
¡¡Velar!! “Mirad, vigilad”. “...velad entonces...”. “No sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos”. “...lo digo a todos:¡Velad!”.
Muy bien. Ahora ya sabemos qué quiere decir velar, pero ¿cuál es el camino para velar, para estar despiertos?, que hemos visto que es tan importante. ¿Qué hará que podamos tener esta actitud? Lo explico a partir de la primera lectura: “Nosotros la arcilla y tú el alfarero: somos todos obra de tu mano”. Hemos de desear ser arcilla en sus manos, tener bastante docilidad para que Él nos pueda trabajar. A mí me parece que todos somos arcilla un poco seca. Al Señor le cuesta mucho trabajarnos.
En parte, es fruto del momento cultural que vivimos. He participado durante tres jueves en unas conferencies de Xavi Morlans en Barcelona. Muy buenas. En la primera, nos hablaba de la apoteosis del yo, del tsunami del yo: del deseo desbocado de afirmación. Nada no me puede atar si no me apetece. Ningún vínculo que pueda impedir mi autorrealización. Hago lo que a mí me parece y como a mí me parece. Nadie puede decirme qué he de hacer.
Me decía el Cardenal Jubany, que media hora después de morir nosotros, moriría nuestro amor propio. Lo decía para hacer notar la fuerza que tiene en nosotros. Nos hemos de revisar de amor propio, de deseo de hacer lo que me parece. Nos hemos de revisar de creer que somos los más listos. Nos hemos de revisar de creer que ya lo hacemos todo bien. Todo esto ante una palabra que nos dice: yo soy el alfarero y vosotros la arcilla. Yo soy el alfarero y...
Dejémonos hacer, modelar. Aunque...., dejémonos hacer. Él es el mejor escultor del mundo. Docilidad... y un camino que la Iglesia nos indica cada vez con más insistencia para lograr esta docilidad es la proximidad, el trato, con la palabra de Dios.
San Jerónimo: “Ignorar las escrituras es ignorar a Cristo.
Francesc Jordana
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