En el momento del dolor y de la enfermedad no estamos solos
Quisiera hablar hoy del sacramento de la unción de los enfermos que
nos permite tocar con la mano la compasión de Dios por el hombre. En el
pasado se lo llamaba 'extremaunción', porque se entendía como confort
espiritual en el momento de la muerte. Hablar en cambio de 'unción de
los enfermos', nos ayuda a ampliar la mirada a la experiencia de la
enfermedad y del sufrimiento, en el horizonte de la misericordia de
Dios.
Hay una imagen bíblica que expresa en toda su profundidad el misterio
que aparece en la unción de los enfermos. Es la parábola del buen
samaritano en el Evangelio de Lucas. Cada vez que celebramos tal
sacramento, el Señor Jesús en la persona del sacerdote, se vuelve
cercano a quien sufre o está gravemente enfermo o es anciano.
Dice la parábola, que el buen samaritano se hace cargo del hombre
enfermo, poniendo sobre sus heridas, aceite y vino. El aceite nos hace
pensar al que es bendecido por el obispo cada año en la misa crismal del
jueves santo, justamente teniendo en vista la unción de los enfermos.
El vino en cambio es signo del amor y de la gracia de Cristo que nacen
del don de su vida por nosotros, y expresan en toda su riqueza en la
vida sacramental de la Iglesia.
Y al final la persona que sufre es confiada a un posadero para que
pueda seguir cuidándolo sin ahorrar gastos. Ahora, ¿quién es este
posadero? La Iglesia y la comunidad cristiana, somos nosotros a quienes
cada día el Señor Jesús confía a quienes están afligidos en el cuerpo y
en el espíritu para que podamos seguir poniendo sobre ellos y sin
medida, toda su misericordia de salvación.
Este mandato es reiterado de manera explícita y precisa en la carta
de Santiago. Se recomienda que quien está enfermo llame a los
presbíteros de la Iglesia, para que ellos recen por él ungiéndolo con
aceite en nombre del Señor, y la oración hecha con fe salvará al
enfermo. El Señor lo aliviará y si cometió pecados le serán perdonados.
Se trata por lo tanto de una praxis que se usaba ya en el tiempo de los
apóstoles. Jesús, de hecho, le enseñó a sus discípulos a que tuvieran su
misma predilección por los que sufren y les transmitió su capacidad y
la tarea de seguir dando en su nombre y según su corazón, alivio y paz, a
través de la gracia especial de tal sacramento.
Esto, entretanto, no tiene que hacernos caer en la búsqueda obsesiva
del milagro o de la presunción de poder obtener siempre y de todos modos
la curación. Pero la seguridad de la cercanía de Jesús al enfermo,
también al anciano, porque cada anciano o persona con más de 65 años
puede recibir este sacramento. Es Jesús que se acerca.
Pero cuando hay un enfermo y se piensa: 'llamemos al cura, al
sacerdote'. 'No, no lo llamemos, trae mala suerte, o el enfermo se va a
asustar'. Por qué, porque se tiene un poco la idea que cuando hay un
enfermo y viene el sacerdote, después llegan las pompas fúnebres, y eso
no es verdad.
El sacerdote, viene para ayudar al enfermo o al anciano, por esto es
tan importante la visita del sacerdote a los enfermos. Llamarlo para que
a un enfermo le dé la bendición, lo bendiga, porque es Jesús que llega,
para darle ánimo, fuerza, esperanza y para ayudarlo. Y también para
perdonar los pecados y esto es hermoso.
No piensen que esto es un tabú, porque siempre es lindo saber que en
el momento del dolor y de la enfermedad nosotros no estamos solos. El
sacerdote y quienes están durante la unción de los enfermos representan
de hecho a toda la comunidad cristiana, que como un único corazón, con
Jesús se acerca entorno a quien sufre y a sus familiares, alimentando en
ellos la fe y la esperanza y apoyándolos con la oración y el calor
fraterno. Pero el confort más grande viene del hecho que quien se vuelve
presente en el sacramento es el mismo Señor Jesús, que nos toma por la
mano y nos acaricia como hacía Él con los enfermos. Y nos recuerda que
le pertenecemos y que ni siquiera el mal y la muerte nos podrán separar
de Él.
Tengamos esta costumbre de llamar al sacerdote para nuestros
enfermos, no digo para los resfriados de tres o cuatro días, pero cuando
se trata de una enfermedad seria, para que el sacerdote venga a darle
también a nuestros ancianos este sacramento, este confort, esta fuerza
de Jesús para ir adelante. Hagámoslo. Gracias.
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