¿QUÉ PASARÍA SI MURIÉSEMOS ESTA NOCHE?
El año litúrgico está a punto de llegar a
su fin. De aquí a dos domingos celebraremos la solemnidad de Cristo Rey, con la
cual acaba el año litúrgico.
Las últimas semanas del año litúrgico nos
llevan a contemplar el fin de la historia. Ya sea en un sentido global: la
Parusía, el retorno de Jesús, la segunda venida de Jesús. O ya sea en un sentido
personal: nuestra muerte, que comporta también el fin de nuestra historia y el encuentro
definitivo con Jesucristo.
Y es este contexto litúrgico el que nos ayuda
a interpretar las lecturas de hoy.
El evangelio de hoy resulta un poco
sorprendente, no se acaba de entender que las jóvenes prudentes no quieran compartir
su aceite, compartir es vivir, ni que el Señor se muestre duro y no les abra la
puerta por el hecho de llegar tarde. Jesús nos presenta una parábola donde hay
dos claves para entenderla.
1. El significado que damos al aceite de
las lámparas. ¿Qué es este aceite de lámparas? Este aceite es: el deseo de Dios,
es la comunión con Dios que uno ha ido estableciendo a lo largo de su vida, es
la caridad (San Agustín), el amor a Dios y al prójimo.
Por esto no comparten el aceite, porque
la santidad de vida no se puede compartir.
2. Otra clave para entender esta parábola
es entender la expresión “se durmieron”. San Agustín dice que este sueño es la
muerte.
Por tanto, la interpretación de la parábola
es que hay cinco jóvenes sensatas que durante su vida han tenido deseo de Dios,
han entrado en comunión con él, han hecho buenas obras movidas por el amor de Dios.
Y, por tanto, cuando llega el momento de la muerte, ¡¡tienen la lámpara llena de
aceite!! están preparadas para recibir al Señor y entrar a la fiesta del cielo.
Las otras cinco, las que no tenían juicio,
como que durante la vida no han tenido deseo de Dios, de que la vida de Dios
creciera en ellas, no han ido entrando en comunión con Dios, no han hecho las
obras movidas por el amor de Dios, entonces, no están preparadas para recibir
Jesucristo y entrar al convite celestial.
Esta interpretación nos aclara que Dios no
tiene el corazón endurecido. La salvación es un regalo, pero, es necesario que
sea acogido... Podemos rehusar la salvación y, entonces, no estamos preparados
para encontrarnos con el Señor.
El mensaje que nos lanza Jesús hoy, es: “Velad,
pues que no sabéis el día ni la hora”. Jesús nos advierte con esta parábola que
podemos no estar debidamente preparados cuando llegue nuestra muerte. ¡¡Es una
posibilidad!! hay que tenerla presente.
¿Qué pasaría si muriésemos esta noche? ¿Cómo
está nuestra lámpara? ¿Y si muriesen otros
familiares o amigos nuestros? ¿Cómo está su lámpara?
Cuando hacemos un favor a alguien... nuestra
lámpara se llena con un poco más de aceite. Es bonita esta imagen... el bien llena
nuestras lámparas. Esto hace que cada momento pueda ser un momento de gracia, de
unción, de bien...
Por esto, se nos llama a velar, para que
no dejemos pasar ni un segundo de este tiempo saturado de gracia, de unción,
que Dios nos regala cada día. Hemos de aprender a vivir cada instante como un
don de Dios, como una gracia, como una oportunidad de llenar nuestra lámpara.
Me decía una persona esta semana: “cuando
al acabar la misa oigo que alguien dice: “¡¡Ya hemos cumplido!!” Yo le digo:¡¡”no”!!
La misa continua con tus vecinos, en tu casa, con los tuyos. Esto es entender
la misa… que no acaba aquí. Esto es hacer de cada instante un don de Dios. Esto
es convertir cada instante en una oportunidad. ¡¡Esto es eucaristizar la vida!!
¿¿Y todo esto es complicado?? Nooo. Fijaros
en la primera lectura. Pero, para entender mejor, una anotación: todo lo que dice
de la sabiduría, lo está diciendo de Jesucristo. Y dicho esto escuchemos una
parte: “…, la sabiduría, la ven con facilidad los que la aman y quienes la buscan
la encuentran”. “Se adelanta en manifestarse a los que la desean”. “Quien
madruga por ella no se cansa…” “… va de un lado a otro buscando a los que son
dignos de ella; los aborda benigna por los caminos…”.
Jesús es esta sabiduría que nos sale al encuentro,
que se deja encontrar, que se deja ver, “¡es Él quien nos busca!”. Nuestro Dios
no está escondido, nos sale al encuentro en cada momento de la vida, como una
gracia, como una oportunidad de llenar nuestra lámpara. Por esto, hay que
velar, estar atento. ¡¡Para un cristiano todo es sobrenatural!! Y nada más
sobrenatural que la eucaristía.
Francesc Jordana
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