La terapia del silencio para encontrar una Presencia



 En la primera lectura hemos contemplado como Abrán escucha la llamada de Dios “Sal de tu tierra y de la casa de tu padre” y Abrán se pone en camino. Un camino de fe. Lo deja todo, deja su país, su clan, la casa de su padre, y se pone en camino sin saber hacia dónde va... De Abrán decimos que es nuestro padre en la fe.
 Esta lectura aparece en el segundo domingo de cuaresma, porque también nosotros estamos haciendo un camino de fe. Y si hay fe, hay camino, y si no hay fe, no hay camino, estamos siempre en el mismo lugar, ¡qué triste! ¿No? Estamos haciendo un camino y es un camino donde la fe es indispensable... Un camino que responde a la llamada de Dios: “¡convertíos!”. Si hay fe, acojo la llamada de Dios, la rezo, y hago camino. Un camino donde Dios me presenta, para recorrerlo, las prácticas cuaresmales. Si hay fe miro de avanzar por el camino, concretando cómo vivir estas prácticas que se me proponen.
 Recuerdo lo que decía el otro día: la finalidad, el compromiso de la cuaresma es buscar la conversión. Y las prácticas cuaresmales que nos fijamos son para ayudarnos, y las hemos de vivir, como ir sedientos,  a una fuente de donde mana la gracia y la salvación.    
 Por tanto, hoy, la liturgia nos presenta Abrán como modelo de escucha a Dios, modelo de confianza en Dios, modelo en hacer vida lo que el Señor le indica, modelo de ponerse en camino. Y todo por la fe... Abrán nos confirma algo importantísimo: la fe no son ideas teóricas, no son creencias abstractas, no son credulidades varias, la fe se plasma en la vida, se concreta en la vida, en un camino de vida. ¡Y cuánta luz nos da la fe, cuando es una fe viva!
 Pasemos al evangelio que nos presenta un acontecimiento de oración: la transfiguración. Haré un paralelismo entre la transfiguración y los ejercicios espirituales que he vivido esta semana.
 •   Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano JuanSiento que Jesús me llama a hacer Ejercicios Espirituales. No voy porque toca. Siento que me llama. Desde mi conversión, en el año 1991, cada año he ido de Ejercicios Espirituales. Es más, la segunda conversión, la viví en los primeros Ejercicios Espirituales que hice.
 •   Y se los llevó aparte a una montaña alta”. La montaña es  lugar de silencio. Siempre que vamos a la montaña nos sorprende el silencio. En el día a día, nos cuesta hacer silencio, podemos hacer pequeños silencios, pero cuando vamos de Ejercicios Espirituales, entramos en el silencio en mayúsculas. Es otro silencio. Qué acertado el título de la película que quería reflejar la vida de los monjes cartujos: “El gran silencio”. En el día a día, pequeños silencios, en los Ejercicios Espirituales, el gran silencio. Los subtítulos de la película son: “Sólo en el silencio más absoluto se empieza a oír”, “Sólo al prescindir del lenguaje se empieza a ver”.
 ¡Qué terapéutico es el silencio, cuánto bien nos hace! ¡Cuánta paz he vivido en estos Ejercicios Espirituales! ¡Gracias Señor!
 •   Se transfiguró delante de ellos”. En el silencio, en la oración prolongada, descubrimos un nuevo Jesús. Lo vemos como nunca lo habíamos visto antes. Pasa algo sorprendente: conocemos Jesús, sí, desde hace muchos años, pero allá se produce una nueva relación: más divina, más interior, más interpeladora, más amorosa, más experiencial.
 Recuerdo que en el seminario, vino un psicólogo a hacernos una charla sobre el celibato: la charla duraba cuarenta minutos, llevábamos treinta minutos, y el hombre sólo nos había hablado de lo que comportaba la ausencia de la mujer en nuestra vida, cosa bastante evidente... Nos íbamos mirando unos a otros, y un seminarista levantó la mano y le dice: escuche, nosotros no vivimos una ausencia..., nosotros, antes que nada, vivimos una presencia, una presencia que nos da plenitud. ¡¡Nos levantamos y nos fuimos...!!
 En los Ejercicios Espirituales palpamos de una manera nueva esta presencia que nos da plenitud. Por esto Pedro dice lo que dice...
 •   Señor, ¡qué bien se está aquí!”. Qué bien que se está en el silencio, que bien se está con Jesús y oyendo hablar de Jesús. Cuesta volver, siempre me cuesta volver de los Ejercicios Espirituales... se está tan bien allá...
 •   “…y una voz desde la nube decía. Allá oyes hablar a Dios. No cómo me sentís a mí, pero oyes una voz más clara que la mía. Una voz que te da intuiciones de hacia  donde... Una voz que te comunica el cómo... Una voz que clarifica enredos... Una voz que te dice lo que necesitas escuchar... porque Dios sabe lo que necesitas. Cuánto bien, sacerdotalmente hablando, me han hecho estos Ejercicios Espirituales, qué claro me ha hablado Dios de mi sacerdocio.  
 •   Levantaos...Mateo utiliza aquí el verbo en griego “egeire” que es el mismo que hará servir para hablar de la resurrección de Jesús. ¿Qué nos quiere decir con esto? Que este acontecimiento de oración es un acontecimiento que nos resucita. ¡¡La experiencia de oración nos hace participar de la vida nueva del Cristo!! ¿Qué bonito, eh? ¡Cómo cuadra todo!
 •   No temáisCuántas veces, Jesús en el evangelio, nos dice “no temáis”. ¡Sorprende!. En la oración Dios nos comunica esta gracia, la paz, no tener miedo. Es, quizás, la primera experiencia de quien reza... no tener miedo a nada... ¡qué gran don!  
 Que la gracia de Dios nos ayude a vivir el camino de la Cuaresma con fe.
Mossén Francesc Jordana

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