Por un nuevo Pentecostés
Pentecostés tiene para nosotros un carácter especial
Los CPCR nacimos durante esta novena al Espíritu Santo. El 3 de junio,
la ante-víspera de Pentecostés, el P. Vallet recibe de forma inesperada y al final de una
larga visita al Santísimo Sacramento la primera inspiración de fundar una
Congregación destinada a servir y a extender la Obra de los Ejercicios
Parroquiales. La inspiración le viene
en la alegría y le dejará durante varios días “en una paz inmensa”.
Si Pentecostés es para todo cristiano y para toda la Iglesia un tiempo lleno de esperanza y de vida, para los CPCR es un momento propicio al agradecimiento
por esta llamada a la vida que recibió nuestro Fundador, quien se lanzó a esta
gran aventura sin saber dónde le conduciría el Espíritu. Sabiendose sobretodo
animado por el deseo inmenso de llevar el amor de Cristo a sus hermanos
¡Qué camino recorrido desde aquel viernes de 1927! Cuantas
pruebas, actos de fe, abandono a la Providencia. Fue avanzando paso a paso, sencillamente. Siempre
animado por ese deseo ardiente de seguir la misión que se le había confiado.
También nosotros hoy intentamos seguir esta misión. Nuestra Congregación
no debe estar fosilizada, como pieza de un museo. Debe ser una realidad viva
animada con esta fuerza del Espíritu que debe habitar en cada uno de nosotros.
Por eso os queremos asociar a vivir juntos esta fiesta, en
familia CPCR.
Las tandas de Ejercicios Espirituales han sido comparadas a
menudo al Cenáculo donde María y los apóstoles se consagraron a la oración
esperando el don prometido por Jesús.
Imaginemos como la Virgen María, los apóstoles y la primera
comunidad cristiana se unieron más íntimamente tras ese tiempo de oración común
en la esperanza del don anunciado
Unámonos íntimamente también nosotros a ellos. Estamos
seguros que el Señor no se dejará vencer en generosidad y con profusión nos
enviará también a nosotros su Espíritu. Tenemos una especial necesidad. Estamos viviendo una
crisis planetaria como nunca la humanidad ha vivido. Y necesitamos
enderezarnos, retomar la esperanza que nos convertirá en los hijos de Dios libres que necesita el momento actual de nuestra historia.
Podemos habernos alejado de Dios, pero Él no nos ha dejado.
No podemos reunirnos juntos, pero podemos estar unidos en Él por los
ideales, los deseos, las ansias del Corazón de Dios.
Podemos vivir esta fiesta en un espíritu de familia suplicando con
ardor esta fuerza de lo alto, para centrarnos mucho más en Dios que en
nosotros mismos, para gustar el deseo del amor de Dios, para renovar
la Alianza con Dios. Que el Espiritu nos revista de la fuerza de Dios que tanto
necesimaos hoy para testimoniar de EL.
Que nos conceda la gracia de tener el coraje de anunciar la locura del Amor
de Dios que ha entregado su vida por nosotros en su muerte y resurrección. Sólo así seremos capaces de escuchar las expectativas y necesidades de nuetros
hermanos para responder a ellas.
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