LA IDEOLOGIA DE GENERO


Queremos ofrecer al lector temas de actualidad en los ámbitos de familia, educación, bioética y geopolítica, para los que la Iglesia tiene un criterio propio de juicio y discernimiento.

Con ello pretendemos dotar al lector, de ideas claras breves y concisas, sobre lo que dicen las autoridades públicas, medios de comunicación, o corrientes ideológicas y por otra parte cuáles son los principios fundamentales, criterios de discernimiento, documentos magisteriales, y marcos jurídicos concretos, que ayuden a realizar ese ejercicio de confrontación y análisis que contribuya a posicionarse sobre temas tan  importantes, sin depender absoluta y determinantemente por grupos de influencia, sean del tipo que sean.

El estilo de redacción será muy “telegráfico” de ahí que, a esta sección, la hayamos querido nombrar “El telégrafo”, también utilizando esta metáfora para significar un medio de comunicación que se solía utilizar entre varios frentes que no podemos eludir, ni de los que nos podemos sustraer y que, a pesar de todo, entre los cuales estamos llamados a entendernos y a establecer vínculos de conexión.

ALGUNOS PUNTOS FOCALES DE DICHA IDEOLOGIA

1.- La diferencia que hay entre el hombre y la mujer, es simplemente el efecto de un condicionamiento histórico-cultural. Por ejemplo, el gran rival de Perico Delgado, el escocés Robert Millar que fue segundo en la vuelta a España en 1985 y 1986, hoy se llama Philippa York. Lo que culturalmente hace 35 años se hubiese visto como absolutamente “excéntrico” y “contracultural” hoy socialmente se ve con toda normalidad e incluso con cierta simpatía.

2.- Hay una ideología, denominada en inglés “gender” que niega la diferencia y reciprocidad natural entre el hombre y la mujer. Es decir, la naturaleza no tiene nada que decir, somos nosotros quienes la decimos lo que ella tiene que significar, si hombre o mujer. Nosotros la damos el significado, éste no viene dado por la naturaleza.

3.- La identidad humana, por tanto, la eliges tú y la puedes ir cambiando cuando quieras. Es la llamada capacidad de autodeterminación. Te autodeterminas a ser lo que te apetezca ser.

4.- Lo que importa en las relaciones interpersonales es únicamente el afecto entre los individuos. Cuántas veces hemos escuchado eso de “si se quieren” o “qué mal hacen queriéndose”, y efectivamente no hacen mal a nadie. Pero eso está absolutamente desconectado de la diferencia sexual y de la procreación. Es decir, lo importante es quererse, lo menos importante es que yo te quiera como hombre que soy, con todas las características de varón o tú me quieras como mujer que eres, con todas las características de hembra.

5.- Se da una separación radical entre el género y el sexo. Lo importante es el género, lo secundario es el sexo. El género es el modo en el cuál se vive en cada cultura la diferencia entre los dos sexos y no el ser “masculino” o “femenino”. Hoy la diferencia entre los dos sexos la vivimos de una determinada manera, pero mañana la podremos vivir de otra sin problema alguno.

6.- El parentesco está basado en el deseo o en el afecto, no en las obligaciones inherentes a la maternidad o a la paternidad, que son conceptos desfasados y ancestrales propios de una cultura machista y anticuada. La paternidad y la maternidad ya no están ligadas a la diferencia sexual: hombre y mujer.

7.- La libertad más genuina coincide con que cada uno juzgue como le parece, es decir, más allá de los individuos, no hay verdad, ni valores, ni principios que nos orienten, siendo todo igualmente relativo. Esto nos recuerda la posición de fondo de la novela de Umberto Ecco “El nombre de la rosa”.


ALGUNOS PUNTOS FOCALES QUE AYUDEN AL DISCERNIMIENTO Y REFLEXIÓN COMO CATÓLICOS

1.- En el sexo, “hombre” y “mujer” radican las notas características que constituyen a las personas como “hombres” y “mujeres” en los planos biológico, psicológico y espiritual. Es decir, cuando yo me alimento, me alimento como hombre o mujer, cuando yo reacciono ante una noticia, lo hago como hombre o como mujer, cuando yo rezo o medito un texto del Evangelio lo hago como hombre o como mujer. Por eso Santa Teresa nos muestra una riqueza diferente a la de San Juan de la Cruz o San Ignacio de Loyola otra muy distinta de la de Edith Stein.

2.- El cuerpo “hombre” y el cuerpo “mujer” comunica la identidad del ser, o dicho de otro modo, el cuerpo expresa la identidad de lo que uno es, no de lo que uno decide ser.

3.- La formación de la identidad se basa precisamente en la alteridad. Al contacto con el “tú” diferente, reconozco la esencia de mi “yo”. Para saber quién soy yo, necesito que tú seas tú, y no que tú seas yo o quieras ser como yo. Que el hombre sea cada vez más hombre es capital para que la mujer sea cada vez más mujer y viceversa. El que la mujer quiera parecerse cada vez más al hombre, es un flaco favor al hombre, pero aún más flaco favor a una mujer. Por ejemplo, en la familia, la comparación con la madre y el padre facilita al niño la elaboración de su propia identidad o diferencia sexual.

4.- Toda persona tiene una naturaleza que debe de respetar y está compuesta de cuerpo y alma, en la unidad de sus inclinaciones específicas de orden espiritual y bilógico. No estamos hechos a retazos o en base a compartimentos estancos, sino nos constituye una unidad perfecta.

5.- Si no existe la dualidad “hombre” y “mujer” como dato de la Creación, tal como profesa l​a ideología de género, entonces tampoco existiría la familia como algo creado por Dios. Y la familia es una institución creada por Dios.

6.- Educar la sexualidad y la afectividad significa aprender con perseverancia y coherencia lo que es el significado del cuerpo y aprender a recibir el propio cuerpo y el del otro como un regalo inmenso, cuidando y respetando su significado tal como Dios nuestro Creador lo ha dejado inscrito en la naturaleza.

7.- La familia como sociedad natural en la que se realizan plenamente la reciprocidad y la complementariedad entre el hombre y la mujer, precede al mismo orden sociopolítico del Estado (es decir, no tenemos que esperar a que una ley nos diga quiénes somos o cómo debemos comportarnos en virtud de una pretendida orientación sexual), cuya libre actividad legislativa debe de tenerlo en cuenta y darle el justo reconocimiento.
P. Enrique Martín, cpcr Revista Avanzar

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