Volver al primer encuentro
La gente que había escuchado a Jesús durante todo el día, y luego
tuvo la gracia de multiplicar los panes y vio el poder de Jesús, quería
hacerlo rey. Primero fueron a Jesús para escuchar la palabra y también
para pedir la curación de los enfermos. Se quedaron todo el día
escuchando a Jesús sin aburrirse, sin cansarse o (estar) cansados, pero
estaban allí, felices. Pero cuando vieron que Jesús los alimentaba, lo
cual no esperaban, pensaron: «Pero este sería un buen gobernante para
nosotros y seguramente podrá liberarnos del poder de los romanos y
llevar el país adelante». Y estaban encantados de hacerle rey. Su
intención cambió, porque vieron y pensaron: «Bien… porque una persona
que realiza este milagro, que alimenta a la gente, puede ser un buen
gobernante. Pero habían olvidado en ese momento el entusiasmo que la
palabra de Jesús hacía nacer en sus corazones.
Jesús se marchó y se fue a rezar. Se puede ver a esa gente, se
quedaron allí, y al día siguiente buscaban a Jesús, «porque debe estar
aquí» dijeron, porque habían visto que no había subido al barco con los
demás. Y había un barco allí, se quedó allí… Pero no sabían que Jesús
había alcanzado a los otros caminando sobre las aguas. Así que
decidieron ir al otro lado del Mar de Tiberíades para buscar a Jesús y
cuando lo vieron, la primera palabra que le dijeron fue: «Maestro,
¿cuándo has llegado aquí?», como diciendo: «No entendemos, esto parece
una cosa extraña».
Y
Jesús les hace volver al primer sentimiento, a lo que tenían antes de
la multiplicación de los panes, cuando escucharon la palabra de Dios:
«En verdad, en verdad les digo que no me buscan porque han visto signos –
como al principio, los signos de la palabra, que les emocionaron, los
signos de la curación – no porque hayan visto signos sino porque han
comido de esos panes y los he saciado. Jesús revela su intención y dice:
«Pero es así, has cambiado de actitud. Y ellos, en vez de justificarse:
«No, Señor, no…», fueron humildes. Jesús continúa: «No trabajen por la
comida que no dura, sino por la comida que queda para la vida eterna y
que el Hijo del Hombre te dará. Porque sobre Él, el Padre, Dios, ha
puesto su sello». Y ellos, buena gente, dijeron: «¿Qué debemos hacer
para hacer las obras de Dios?». «Que creas en el Hijo de Dios».
Este es
un caso en el que Jesús corrige la actitud de la gente, de la multitud,
porque a mitad del camino se había desviado un poco del primer momento,
del primer consuelo espiritual y había tomado un camino que no era el
correcto, un camino más mundano que evangélico.
Esto
nos hace pensar muchas veces que en la vida empezamos a seguir a Jesús,
detrás de Jesús, con los valores del Evangelio, y a mitad de camino nos
hacemos otra idea, vemos algunos signos y nos alejamos y nos
conformamos con algo más temporal, más material, más mundano, tal vez, y
perdemos el recuerdo de ese primer entusiasmo que tuvimos cuando
escuchamos hablar a Jesús.
El Señor siempre nos hace volver al primer
encuentro, al primer momento en que nos miró, nos habló e hizo nacer en
nosotros el deseo de seguirle. Esta es una gracia para pedirle al Señor,
porque en la vida siempre tendremos esta tentación de alejarnos porque
vemos otra cosa: «Pero eso irá bien, pero esa idea es buena…». Nos
estamos alejando. La gracia de volver siempre a la primera llamada, al
primer momento: no olvides, no olvides mi historia, cuando Jesús me miró
con amor y me dijo: «Este es tu camino»; cuando Jesús a través de
tantas personas me hizo comprender cuál era el camino del Evangelio y no
otros caminos un poco mundanos, con otros valores. Vuelve al primer
encuentro.
Siempre
me ha llamado la atención que entre las cosas que Jesús dijo la mañana
de la Resurrección: «Ve a mis discípulos y diles que vayan a Galilea,
allí me encontrarán», Galilea fue el lugar del primer encuentro. Allí
habían conocido a Jesús. Cada uno de nosotros tiene su propia «Galilea»
dentro, nuestro propio momento cuando Jesús se acercó a nosotros y dijo:
«Sígueme». En la vida esto le pasa a esta gente – bueno, porque
entonces les dice: «¿Pero qué debemos hacer?», ellos obedecieron
inmediatamente – sucede que nos vamos y buscamos otros valores, otras cosas, y perdemos la frescura de la primera llamada.
El autor de la carta a los Hebreos también nos recuerda esto: «Recuerda
los primeros días». La memoria, la memoria del primer encuentro, la
memoria de «mi Galilea», cuando el Señor me miró con amor y me dijo:
«Sígueme».
Papa Francisco, Homelía 27 abril 2020
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