ESTÁS EN LA FIESTA? ¡¡PUES PARTICIPA DE ELLA¡¡
Como la parábola de la semana pasada, ésta
también nos habla del rechazo de Jesús por parte de los dirigentes del Pueblo de
Israel. Pensemos que estamos en el capítulo 22 de Mateo, a pocas semanas de la
muerte de Jesús. De aquí el sentido de estas parábolas.
Expliquemos la parábola: ¿Quién es el rey?
El rey es Dios. ¿Quién es el hijo? El hijo es Jesús. ¿Y con quién se casa
Jesús? Con nosotros, con cada uno de nosotros. La boda es el símbolo escogido para
manifestar la alianza de Dios con la Humanidad, con cada uno de nosotros. Dios hace
en Jesús una alianza nueva y eterna. Nuestro Dios es el Dios de las alianzas. A
lo largo de todo el Antiguo Testamento, Dios ha hecho diversas alianzas, el hombre
las ha ido rompiendo todas. Hasta que Dios hace la alianza nueva y eterna (como
decimos en las palabras de la consagración). Nuestro Dios es un Dios que hace
alianza, que se casa, que se compromete con nosotros = buen pastor.
Los primeros en rehusar la invitación a la
boda son los notables del pueblo. Los que acogen la invitación al banquete son
gente de toda clase: pobres, ricos, judíos, no judíos, etc.
Hablar de la alianza entre Dios y los hombres,
entre Dios y cada uno de nosotros con la imagen de una boda, es muy, muy audaz.
Cuatro reflexiones:
1. La
vida cristiana es una invitación que Dios hace a cada uno de nosotros. ¡Hemos sido
invitados! Nos ha de ayudar a tomar conciencia de que la vida cristiana es una
invitación, un ofrecimiento. Dios no nos pide nada… Dios nos ofrece la vida.
Un Dios que pide cosas es un “dios” un
poco latoso, pero un Dios que ofrece, que invita, es una imagen mucho más
correcta de nuestro Dios deseoso de comunicar vida. Típico chico o chica que me
dice en dirección espiritual: ¿es que no sé que me pide Dios? ¡¡Que Dios no pide
nada, que Dios lo que hace es ofrecer!! ¡¡Ofrecer la vida!!
2. En las bodas hay alegría, fiesta,
fraternidad. Que sea un banquete de bodas también nos ayuda a entender que la invitación
es a un reino festivo, alegre, gozoso. La vida cristiana vivida en profundidad
es siempre alegre y gozosa. No hay santos tristes. Sí que hay santos que pasan
por dificultades, pero no santos tristes.
Si estamos tristes es porque no llevamos
las gafas de la fe bien puestas. Si experimentamos a Jesús como nuestro buen pastor que siempre nos acompaña
¿cómo podemos estar tristes? ¡¡Si estás triste revisa tu vida!!
Pienso que demasiadas veces vivimos un
cristianismo tristón, como si esto de ser cristiano fuese una carga que hemos
de ir arrastrando. Y eso no puede ser. La alegría y el gozo debería ser nuestro
signo de identidad. En esta parroquia veo bastante alegría y esto es ¡¡muy, muy
bueno!!
Se preguntaba el papa Benedicto en su
primer libro sobre Jesús: “¿Cómo se ha podido llegar al cristianismo aburrido y
que aburre, que vemos en los tiempos modernos y que conocemos por experiencia
propia?”. Palabras fuertes del papa “cristianismo aburrido y que aburre”. A la
pregunta sólo tengo una respuesta: la superficialidad. Nos hemos quedado en la
superficie del cristianismo. Nos conformamos en ir a misa el domingo y ya está,
y pasamos de todo. Entonces, no hay alegría, hay cristianismo aburrido y que
aburre. Cómo salir de aquí...tercera idea...
3. La tercera idea surge de una pregunta:
¿A qué nos invita Dios? Cuando nos invitan a una boda sabemos muy bien a qué
nos están invitando… ¿A qué nos invita Dios? A un encuentro, a un hallazgo, a
una relación, a formar los dos ¡¡una sola carne!! Como en el matrimonio.
Y en este encuentro nos hace partícipes
de su alegría, de su vida. ¡Participamos de la vida de Dios! Y no es una manera
de hablar. Por la presencia del Espíritu Santo en nosotros, ¡Dios habita en nosotros!,
¡Dios vivifica nuestra existencia con su
presencia! Pero, le hemos de dejar entrar, le hemos de dejar que nos encuentre,
¿cómo lo hace? Cuando rezamos, cuando meditamos la palabra, cuando participamos
de la misa, cuando nos confesamos,...
4. En esta parábola hemos contemplado dos
rechazos a la propuesta de Dios. De los dos podemos extraer una enseñanza para
nosotros. Primero, el rechazo de los dirigentes del pueblo. ¿Verdad que
sorprende bastante que los invitados a la boda del hijo del Rey rechacen esa
invitación? Y que la rechacen a cambio de seguir con su rutina: sus campos, sus
negocios. Esto quiere ser imagen de lo que quiere decir rehusar el don de Dios.
¿Eh que es incompresible que rechacen la invitación a la boda? Pues, igual de incomprensible
es que rechacemos el don de Dios ¡¡para seguir con nuestra rutina!! ¡Acojamos
el don de Dios!, el Dios que se nos quiere dar...
El otro rechazo es del que no llevaba traje
de fiesta. ¿Qué quiere decir esto del traje de fiesta? Está en la fiesta, está
en la boda, pero no participa de la fiesta, no va vestido de fiesta. ¡No “se entera”
de nada!
Es lo que decía:
No ha descubierto la vida cristiana con
una invitación personal de Dios.
Se ha quedado en la superficie y no sabe gozar
del cristianismo. Y le suena a chino esto de que participemos de la vida de Dios.
¡¡Que no nos pase como éste!! Que está en
la fiesta, pero no participa de ella.
Francesc Jordana
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