cruce de miradas


En el camino de esta cuaresma nos acompaña el cruce de miradas entre Jesús y María.
María mira a su Hijo camino al Monte Calvario. Lo mira mientras carga con la cruz. En la lejanía, muy cerca. Siente su dolor y su debilidad. Su mirada sostiene a Jesús cuando se siente débil. Lo sostiene con la paz grabada en el alma. Las miradas se unen en la cruz.
Cristo, con su mirada, sostiene a María en su dolor. Madre e Hijo unidos en el mismo dolor que rompe sus almas. El dolor une o separa, levanta o hunde. El dolor nos hace más hombres, más plenos o más despreciables. El dolor se convierte en camino de salvación o
perdición. Huimos del dolor porque no sabemos cómo llevaremos el dolor como carga, porque nos asusta llegar a ser infieles y olvidarnos de Dios. María sufre por el dolor de Cristo. El dolor de su soledad, el dolor del abandono, el dolor de la renuncia. Cristo le dice
a María, caído bajo el madero: «Hago todas las cosas nuevas». Brota la vida del dolor, de la piedra rota. Desde la pobreza y la sangre del camino todo cobra una nueva dimensión, es nuevo. María mira y es mirada por su Hijo. Cristo mira y es mirado su Madre. Es grande el dolor de Cristo, mucho más grande que el nuestro y nosotros huimos del propio con temor.
Decía Santa Teresa de Lisieux a su hermana Celina en una carta escrita desde el Carmelo: «No creamos amar sin sufrir, sin sufrir mucho. Nuestra pobre naturaleza está ahí, y está para algo. Ella es nuestra riqueza, nuestro instrumento de trabajo, nuestro medio de vida. Es tan preciosa que Jesús vino a la tierra expresamente para poseerla. ¡Suframos con amargura, es decir, sin ánimo!
Jesús sufrió con tristeza. Sin tristeza, ¿qué sufriría el alma? ¡Y nosotras quisieramos sufrir
generosamente, grandiosamente! Celina, ¡qué ilusión!». Queremos sufrir pero bajo la mirada de Cristo y de María. Dejando que ellos sostengan nuestro dolor y levanten nuestra alma caída bajo el madero. 
Queremos acoger a Cristo que sufre. Queremos ser mirados por Jesús y por María en nuestro camino de cruz, en las cosas que nos hacen sufrir. 
 ¿Cuáles son los motivos de nuestro sufrimiento? ¿Qué cosas nos hacen sufrir? Miramos en nuestro interior y las entregamos a Cristo con humildad. Solos no podemos caminar hasta el Calvario.

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