Con otra mirada
Cuando aparezca este artículo, se habrán terminado las
vacaciones de verano. Atrás dejamos aquello que hemos hecho, que no siempre
es lo que habríamos querido. Momentos diversos, en familia, con amigos o
solos, han llenado estos días de ocio y entretenimiento.
Estamos contentos de como las hemos pasado?
Cambiaríamos alguna cosa? Las hemos aprovechado? Todos las empezamos con
ciertas expectativas, que con frecuencia no se cumplen. O sí.
También tenemos nuestras rutinas y los días van
pasando.
Experimentamos
sensaciones, ya sea en la cocina, ya sea con un libro o contemplando una puesta
de sol, momentos que no se repetirán, como si no hubiesen de volver nunca,
ya que cada instante és único. I cada
día podemos maravillarnos del paraíso en que vivimos, solo hace falta observar,
sentir, amar.
Desde hace más de veinte años, pasamos unos días de
Agosto en Port de la Selva –un bello enclave de la Costa Brava. Pero este año las
vacaciones han sido distintas y del todo satisfactorias. Nos podríamos
preguntar por qué, qué ha cambiado.
LA PERCEPCIÓN! Mirar lo que has visto siempre con una
mirada distinta.
El hecho de dar gracias cada día por ver el mar, el verde
del agua transparente y cristalina, sentir el calor del sol, la tramontana, ver
las piedrecitas brillar en el agua, las montañas, los pinos, el hinojo marino.
Aquel pez acabado de pescar, con los ojos brillantes y los colores de su piel
como acabados de pintar. Maravillas que llevar en el corazón.
Escuchar el mosén que celebrava la misa los domingos a
las ocho de la tarde, también influyó en mi estado de ánimo. Hablaba con
sencillez y con firmeza al mismo tiempo. Transmitía sus creencias con palabras
justas y comprensibles, al explicar el evangelio de San Juan. Palabras que potenciaban
el amor y el gozo de poder ver y oír
todo lo que nos rodea, dando gracias por tener la suerte de vivir donde vivimos
y de poder experimentar con todos los sentidos.
Sabéis que pasear por el bosque potencia el sistema inmunológico? Según el Dr. Quing
Li, inmunólogo i director de la Sociedad Japonesa de Medicina, los baños de
bosque tienen ésa propiedad.
“Caminar muy despacio, 5km/h y descansando, gozando con los
cinco sentidos, olvidando móbiles y cámaras. Cerrar los ojos, afinar el sentido
del oído y del olfato, respirar profundamente.”
Quedémonos un rato estirados debajo de un árbol,
observando sus ramas, sintiendo el aire y el sol, y dándonos cuenta de los olores. Paseémos por los márgenes.
Fijémonos en el sotobosque, en zarzales llenos de moras, en el olor del poleo,
del romero, del tomillo... Démonos cuenta de lo afortunados que somos.
Por último, os diré que a finales de Julio, durante
cuatro días asistí a los Ejercicios espirituales –método de San Ignacio de
Loyola. Esta pràctica me ha ayudado a valorar y a darme cuenta, aún más, de la
grandeza y del amor de Dios, del gran amor que profesa hacia todo lo que nos
rodea: su Creación. Y sobre todo, al hombre, comprendido en su dualidad
hombre-mujer. Una experiencia sumamente beneficiosa.
A manera de presentación, en los Ejercicios de San
Ignacio se puede leer:
“Nuestro espíritu, para vivir de manera sana
y plena, necesita también ejercitarse: un conocimiento esmerado de uno mismo y
un sentido práctico para crecer como persona y como persona solidaria. Esto
vale para todo el mundo, tenga las ideas que tenga, si realmente quiere crecer
humanamente con un sentido profundamente humano, es decir, solidario.”
Joan Dalmau
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