Un encuentro inesperado en el confinamiento

 

Si te preguntas dónde está Dios, la respuesta es: Dios está en tu corazón. ¿Pero sabemos llegar al corazón? En mi caso, yo no sabía.

El auxilio que viene de Dios

Vivía metida en mis pensamientos: me despertaba y cogía el móvil redes sociales, noticias, grupos de WhatsApp con mensajes y conversaciones diferentes. Luego, llegaba al trabajo y miles de correos que contestar, cosas que hacer. Mi tiempo libre ya estaba planificado con anticipación: Cenas, comidas, viajes, ¿Orar? no tenía tiempo. ¿Tiempo para Dios? no tenía tiempo. ¿Me sentía sola? Pues, todo el tiempo!

“Angustiada está mi alma; ¿hasta cuándo, Señor, hasta cuándo? Vuélvete, Señor y sálvame la vida; por tu gran amor, ¡ponme a salvo!” Salmo 6 3-4.

La Paz que viene de Dios

Luego, llega la parte más dura de la pandemia, confinada en un piso de Barcelona de 30 mts, sola, sin televisión y sin internet, los datos del móvil los tenía que usar para conectarme a trabajar.

Pero Dios tenía un plan. Para Él no hay sorpresas: providencialmente a principios de año, una buena amiga me regaló la palabra de Dios, la Biblia. Pues bien, de todos los libros que había en casa, quiso Dios que mi mano empezara a leerlo. Fue algo así como: “Hija mía, siéntate que tenemos que hablar”.

No sé cómo explicarlo, y son muchas las cosas que podría contar de este tema, pero parecía que lo que leía estaba escrito solo para mí. Parecía que sabía lo que me pasaba en ese preciso momento, lo que pensaba, lo que decía, todo acerca de mí estaba ahí: en ese libro que por tantos años tardé en leer.

Pues bien, resulta que sí: Dios nos conoce mejor que nadie. Él sabe dónde está mi corazón y me llevó hasta él.

“Se me afligía el corazón y se amargaba el ánimo por mi necedad y mi ignorancia. ¡Me porté como una bestia contigo! Pero yo siempre estoy contigo, pues tú me cogiste de la mano derecha. Me guías con tu consejo, y más tarde me acogerás en la gloria” Salmo 73 21-24

El amor que viene de Dios

A ese Dios Todopoderoso, que lleva mi nombre tatuado en la palma de sus manos, que conoce todos mis caminos, mis tristezas, anhelos, amores y sueños, ese Dios que escribió mi vida en su libro, que se hizo hombre, y prefirió sufrir Él antes que verme condenada por el precio de mis pecados. Ese Dios que me concibió en su corazón, ese Padre que había perdido una hija, tuvo a bien no esperar por mí, sino tomar la iniciativa, salió a buscarme, me cogió de la mano y camina junto a mí por lo que me quede de camino.

“Al verlos Dios angustiados, y al escuchar su clamor, se acordó del pacto que había hecho con ellos y, por su gran amor, tuvo compasión de ellos” Salmo 106 44-45

 

La salvación que viene de Dios

Finalmente, después de estos meses aún queda en mi corazón la amarga sensación de nunca poder compensar a mi Señor Jesucristo por todo lo que ha hecho por mí. Y es así, nunca podré. Pero el dulce Jesús, movido a compasión una vez más (como dice el evangelio) tuvo a bien darme una respuesta: “Levanta el cáliz de la salvación”, el mejor regalo que un Padre puede tener es ver a sus hijos salvos, sentados a su lado en la mesa, compartiendo junto a él su banquete por siempre.

“Escúchame, familia de Jacob, todo el resto de la familia de Israel, a quienes he cargado desde el vientre y he llevado desde la cuna. Aun en la vejez, cuando ya peinen canas, yo seré el mismo, yo os sostendré. Yo os hice, y cuidaré de vosotros; os sostendré y os libraré” Isaías 46 3-4

Y a ti que me estás leyendo, sea cual sea tu situación, no dudes en ningún momento que eres precioso a los ojos de tu Padre que en su promesa te traerá a ti y a todos sus hijos desde los confines de la tierra a su presencia. Confía en su amor y entrega tus caminos al Señor tu Dios.   

Bianca

Comentarios

Entradas populares