GRACIAS POR LOS TESTIMONIOS

  
   Sí, aquí estamos de nuevo tras estas semanas de retiro necesario y esperamos fructífero. Y volvemos con mucha ilusión en esta fiesta de los Arcángeles, mensajeros de Dios que velan tanto sobre nosotros humanos. seguiremos  compartiendo con vosotros nuestra vida y misión, nuestros amores y nuestros desvelos.
   A mi vuelta me he encontrado con una lista interminable de correos que he ido descubriendo con mucha atención estos días. entre ellos se encontraban testimonios, agradecimientos por todo lo vivido juntos en esos días de gracia de las JMJ en Madrid, que nos han dejado tan buen sabor de boca.
   No me resisto a compartiros uno de ellos, de una familia entrañable con la que compartimos una parte de esta hermosa experiencia.


   Hemos tenido estos días un auténtico regalo. Hemos experimentado la gracia de Dios. El encuentro mundial de jóvenes en Madrid ha sido impresionante. Ver a dos millones de jóvenes arrodillados ante el Señor sacramentado es algo que probablemente no olvidaremos nunca. Han ondeado banderas de todos los rincones de la Tierra, de lugares donde el cristianismo está perseguido hasta la muerte: Irak, Egipto, China….auténticos santos en vida… y todas las banderas unidas por un mismo estandarte: ¡EL DE CRISTO!. 


 
    El vía Crucis fue impresionante, cada estación tenía una significación especial, llevaron la cruz chicos de Haití y Japón (tras los desastres naturales que han sufrido estos dos países), deficientes psíquicos y físicos, voluntarios contra el sida, personas sin trabajo, cristianos perseguidos…tanto simbolismo nos interrogó profundamente y además acompañado de una música excepcional que conseguía erizarte el bello en cada estación.
 

   Oír al Santo Padre reclamarnos como misioneros en nuestros ambientes, ciudades…”sois la luz que debéis llevar a vuestros países, a todos los confines de la Tierra, sin complejos, cristianos descarados en la fe”. 

    La vigilia fue para guardar en el disco duro de nuestro corazón. Después de un día con un sol de justicia, con lipotimias constantes en el camino hacia cuatro vientos, sentimos la unidad en la fe a pesar de las dificultades. Era como una lección de la vida misma, el cristianismo camina a pesar de las dificultades, con juventud, con fuerza y unidad. Los niños aguantaron como campeones.
 

    Todo se vivió con aceptada providencia y más aún con el clima que tuvimos. Durante todo el día tuvimos un sol de justicia, un calor extremo, la gente caía de cansancio, deshidratación e insolación. Cuando el Santo Padre intentó iniciar su testimonio se despertó una tormenta furiosa, con rayos, truenos, viento fuertísimo… realmente parecía como si el demonio estuviera haciendo de las suyas. ¿Qué pasa?, ¿cómo puede ser que Dios permita esto?. Los jóvenes cantando y bailando bajo la lluvia, cantando ¡Benediiicto oé, Benedicto oé….!, los jóvenes empapados, cansados…pero felices y participando comunitariamente de la fe. Todo se mantuvo hasta el momento de la exposición del Santísimo en el que como por arte de magia, mejor como por arte del Señor, cedió automáticamente la tormenta impropia completamente del tiempo de verano. Nos sentimos como los discípulos en la barca el día de la tormenta que Jesús aplacó con una sola palabra.

   
   Dos millones de jóvenes arrodillados ante la Sagrada Forma. Todos rezando, suplicando, hablando con nuestro Dios personado allí entre nosotros. La verdadera fuerza de la JMJ surgió en ese momento, la energía más poderosa de este mundo: “las conversaciones de dos millones de jóvenes con nuestro Señor”. Imagino cada uno de los pensamientos, agradecimientos, peticiones, vocaciones de los jóvenes… y sólo de pensar en la energía de ida y vuelta, de elevarse al cielo,  llegando al corazón de Cristo mismo y retornándolo en fuerza, en valor, en ánimo, esperanza, orientación, en santidad… en definitiva en AMOR.


   Empapados pero felices y llenos del espíritu de Dios. El Papa nos consagró al sagrado corazón de Jesús, ¡qué emoción!. No nos podemos quedar indiferentes, debemos llevar esta fuerza a nuestra vida, a nuestra familia, a nuestro trabajo, debemos respirar en Cristo.


   La Misa del domingo la vivimos desde la TV porque nos dio miedo quedarnos esa noche allí durmiendo con los niños. Durante la homilía: ”la fe es un don de Dios, debemos cerrar el paraguas y dejarnos empapar de la Misericordia que brota de su corazón. La fe es un regalo de Dios y no nos podemos empeñar en obtenerla por nuestros medios, pero hay que buscarla”.

   
   El ambiente ha sido inmejorable, por ejemplo nos sentamos al lado de un sacerdote Vietnamita. Pensé “nada más y nada menos que del Vietnam”. Se jugará la vida por Cristo cada día, quizás por venir a Madrid… delante un grupo de unos sesenta del Senegal, de China… cuanto amor por Cristo… nos sentimos poca cosa.


  Todo esto no hace más que confirmar que Dios da las fuerzas, ilumina y que es el motor interior de todas las personas, se quieran o no enterar. Cuando una persona se juega la vida por venir a Madrid, ¿cuanto no nos pedirá a nosotros que no tenemos ningún riesgo de ser  cristianos practicantes?…

   Cuando tenga pereza de ir a Misa, cuando me desvíe del camino o me cueste… pensaré en él, en el sacrificio de ese sacerdote vietnamita que vino una noche a acompañar al Santo Padre, a mojarse  y a rezar junto a uno jóvenes maravillosos.






 Núria, Juanjo, Maria y Alex Unidos en Cristo y en la oración.
 Un abrazo fuertísimo


¡¡¡MUCHAS GRACIAS A VOSOTROS!!!!



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