HOMILIA VIGILIA PASCUAL Y DOMINGO DE RESURECCION
Queridos hermanos y
hermanas,
¡¡Cristo ha
resucitado!! Es el grito, es la Buena Nueva, que nos lanza esta vigilia pascual
(celebración) y todo el tiempo de Pascua.
Cuando
vemos una buena película, pero, esta no tiene un final feliz, nos queda una
sensación agridulce.
Nuestra
película, nuestra Buena Nueva, que es Cristo, tiene un gran final, inmejorable.
Toda la belleza que hemos ido relatando culmina con la resurrección de Cristo,
culmina con su victoria sobre el pecado y la muerte, cuánta belleza, cuánta
esperanza.
Qué queréis
que os diga: Cristo crucificado tiene una gran belleza, pero, sin la
resurrección, pienso que sería ¡la tristeza más grande! El bien, vencido por el
mal. La luz, derrotada por la oscuridad. Entonces, ya no hablaríamos de Buena
Nueva. No tendríamos una buena noticia a comunicar. Entonces, la Iglesia ya no
tendría sentido. ¿Para qué hace falta una Iglesia? Si lo que se ha de comunicar
es una derrota, un fracaso. Entonces, no habría sacramentos. ¿Para qué los
sacramentos? Si la salvación quedó parada en la cruz. Fijaros si es importante
la resurrección de Jesucristo.
De su
resurrección nace nuestra alegría, porqué nos permite ver las cosas de una
manera diferente. Nuestra pequeñez la vemos diferente, con esperanza. La manera
de ser de los demás, la vemos diferente, con caridad. Los problemas de la vida,
los vemos diferentes, relativizados y acompañados por el buen pastor. Todo es
diferente. Si Él es vivo, todo es diferente. De aquí nace nuestra alegría.
Ha
empezado diciendo San Pablo, en su carta: “Hermanos:
Los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo fuimos incorporados a su
muerte”. ¿Qué quiere decir? A aquello que Él ha muerto, también nosotros,
unidos a Él morimos. Él en la cruz ha muerto al egoísmo, al orgullo, a la
soberbia, a la venganza,... Unidos a Él en su muerte, también nosotros
morimos a todo esto. De aquí la importancia de lo que San Pablo nos decía el
viernes: “configurarnos en la
muerte de Cristo”, “compartir su pasión”. Por tanto, morir a aquello que Él
ha muerto.
Y, al
hacerlo, ¡¡podemos resucitar con Él!! El dinamismo que se nos plantea es morir
con Cristo (porqué su pasión da forma a nuestra vida) para poder resucitar con
Él, y, así hacemos como dice san Pablo “así
también nosotros andemos en una vida nueva”. Más adelante, en la misma
carta San Pablo dice;“Si hemos muerto con Cristo, creemos que también
viviremos con Él”.
Comentemos un poco el evangelio
de hoy, es interesante ver lo qué pasa. Unas mujeres van al sepulcro, se encuentran
con el sepulcro vacío. Se les presentan dos hombres con vestidos resplandecientes.
Les anuncian la resurrección de Jesús. Volvieron a explicarlo a los discípulos,
“Ellos lo tomaron por un delirio y no las
creyeron”.
¡Qué fuerte! ¿No? ¡No se las
creen! ¿Por qué? Porqué necesitan hacer la experiencia personal. No les sirve
que otro haya dicho no sé qué... ¡¡Necesitan hacer experiencia!!
Hasta Pedro que ha visto
algunos signos (sepulcro vacío y “las
vendas por el suelo”), no cree... Necesita la experiencia personal. Y, más
tarde, Jesús resucitado se aparece a Pedro, y, a partir de aquí creerá. Y, después,
vendrán los dos de Emaús, y explicarán lo que les ha pasado. Y, entonces, ¡Jesús
se aparece a todos!
¿I nosotros? No se nos ha
aparecido. ¿Qué pasa con nosotros? Los discípulos hicieron una experiencia
exterior e interior de la resurrección de Jesús. Nosotros, sólo la hacemos
interior. Experimentamos no tanto que Jesús ha resucitado, sino que Jesucristo
nos resucita a nosotros. ¡Con Él pasamos de muerte a vida!
¿Cómo sé que Jesucristo está
vivo? Porqué a mí, me ha resucitado, me ha transformado. ¡Con Él he pasado de muerte
a vida! ¿Es así? ¿Tenemos esta experiencia? Llevémoslo a la oración personal...
Que la Pascua genere en nosotros, deseos de morir con Él para resucitar con Él. ¡Tenemos cincuenta días para hacerlo!
Francesc Jordana
Que la Pascua genere en nosotros, deseos de morir con Él para resucitar con Él. ¡Tenemos cincuenta días para hacerlo!
Francesc Jordana
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