¿¿LO VES O NO LO VES??
Con el primer domingo de Adviento empieza el
año litúrgico. No deja de ser sorprendente que al empezar el tiempo litúrgico,
los textos bíblicos nos hablen del final de los tiempos. En qué quedamos: ¿empezamos
o acabamos?
Hemos de entender una cosa, fundamental a mi
parecer, si queremos entresacar la trama de todo ello: así como el nacimiento de
un hijo es un punto de inflexión en la vida de una pareja, el nacimiento del
Mesías es un punto de inflexión en la vida de la humanidad.
La irrupción de Dios en la historia de la
humanidad hace que el tiempo no sea: “ir haciendo”, o “carpe diem”, el tiempo ya
no es una suma indefinida de instantes, el tiempo ya no es rutina. La irrupción
de Dios en la historia hace que el tiempo sea momento supremo, que sea gracia,
porque Dios ha venido, continúa viniendo, y volverá a venir. Esto lo hace todo
diferente: ¡Dios ha venido, continúa viniendo, y volverá a venir! Esto lo
determina todo, lo condiciona todo... qué lejos ha de estar nuestro vivir del
vivir de los paganos.
Por esto Jesús se expresa con palabras como:
“Estad en vela”, “no sabéis qué día
vendrá”, “estad … preparados”. Quieren expresar la importancia
del tiempo. Tu vida está en tus manos... ¿qué haces con ella?... ¿Qué estás haciendo
con el tiempo que Dios te ha dado? Cuando marches y mires atrás ¿qué encontrarás?
Jesús nos lanza un grito para despertarnos, porque la rutina tiene mucha fuerza.
La rutina es el hábito de dejar de pensar. La rutina es la clave para que la
vida pierda su sentido, su gracia, es como una manera de morir. La rutina es
mortal...
Por esto el grito de Jesús...: “Estad en vela”, “Estad preparados”.
“Dios ha venido”, hablaremos de ello, más adelante,
en la cuarta semana de adviento y durante la Navidad. Venida histórica.
“Dios vendrá”, lo hemos hablado al final del
año litúrgico, por Todos los Santos, el día de difuntos. La parusía.
“Dios viene”, es un presente continuo,
una acción que se realiza siempre, pero, que ahora queremos hacerlo
especialmente presente. El nuestro es el Dios que viene.
Por esto,
“estad en vela”, “no sabéis qué día vendrá”, “estad
… preparados”. No hay tristeza mayor que no ver Dios en tu vida. ¿Lo vemos
o no lo vemos? En personas, en acontecimientos, en el silencio de la oración,
en las cruces, en los éxitos, en los que nos necesitan, en el Libro, en la eucaristía,
en lo imprevisto,... ¡¡Él no para de venir!! De mil maneras.
¿Lo ves
o no lo ves?... ¡¡Me atrevo a decir que ser cristiano es saber verlo!!
Con la encarnación,
Dios que se ha hecho carne, Dios que ha entrado en la historia, ha hecho que todo
pueda ser sagrado. Ha hecho que todo pueda ser vehículo para venir a nosotros, para
darse a nosotros. ¡Todo!
Si no lo
vemos tenemos un problema... Tendremos que limpiar las gafas que, quizás, están
sucias (sacramento de la reconciliación, viernes nueve de diciembre), o no llevamos
gafas (no rezamos, o lo hacemos poco, sin
ganas, de manera tan inconstante, que es como si no lo hicieramos), o las llevamos
y están mal graduadas (nos hace falta hacer cambios serios en nuestra vida, estamos
desenfocados).
Si no le
vemos tenemos un problema, y lo que es peor, ¡¡la vida es triste!! En cambio, cuando
lo ves, cuando sabes verlo ¡¡todo es diferente!! ¡Todo tiene otro color!
Hagamos
ahora unos momentos de silencio y pidamos al Señor que nos ayude a verlo, a
descubrirlo en nuestra vida.
Francesc Jordana
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