REGOCIJÉMONOS
Cuanto mayor es la calma del espíritu, más fácil es servir a Dios.
Cristo se goza en nosotros, regocijémonos también nosotros en El.
Guardémonos de la tristeza y de la amargura del corazón, que son sugestiones del diablo, y celebremos en nuestras almas una fiesta perenne por Jesucristo y por todos los hombres.
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A la hora de expresarse tengamos en cuenta la ley de la Caridad