“¿Lo crees esto?”
Estamos viviendo el quinto domingo
de Cuaresma, y hoy hemos oído una de aquellas frases donde nos hemos de parar y
hemos de hacerla oración. Jesús nos ha dicho: “Yo soy la resurrección y la vida”.
Inciso: expresiones como estas
son un signo más que hacen razonable la divinidad de Jesús.
Un hombre no puede hablar de esta manera, sólo Dios puede hablar así. Hay dos dimensiones de la vida de Jesús, su resurrección y su divinidad, en los que me parece muy interesante buscar signos que las hagan razonables, porque da fundamento a nuestra fe.
Un hombre no puede hablar de esta manera, sólo Dios puede hablar así. Hay dos dimensiones de la vida de Jesús, su resurrección y su divinidad, en los que me parece muy interesante buscar signos que las hagan razonables, porque da fundamento a nuestra fe.
“Yo soy la resurrección” quiere decir que unidos a Él, la muerte
no tiene poder sobre nosotros. Unidos a Él, la muerte es una puerta que nos
introduce en la vida eterna.
Para nuestra sociedad, la muerte es un escándalo,
un absurdo, un drama, porque no le encuentran ningún sentido. En cambio, nosotros,
unidos a Jesucristo, no tenemos miedo a la muerte, la muerte no es escándalo,
ni absurdo, ni drama...
San Francisco de Asís habla de la “hermana muerte”. San
Agustín, dice: “Quien ama a Cristo no
puede tener miedo de encontrarse con Él. Hermanos míos, si decimos que amamos a Cristo y tenemos miedo de
encontrarnos con Él, deberíamos cubrirnos de vergüenza”.
“Yo soy la Vida”. ¡Jesús es la vida! ¡¡Qué afirmación!! ¡¡Jesús es la
vida!! Pienso que es de aquellas frases cortas que en la oración, tendríamos
que repetir. Yo muchas veces rezo así, repitiendo, interiorizando, frases cortas
del evangelio, o frases cortas de la liturgia.
¡Jesús es la vida! Y a base de
repetirlo el contenido de la frase va calando, va calando, va iluminando, va
fortificando la fe, va abriendo puertas a otras cosas que Dios nos quiere decir.
“Jesús es la vida”, “¿Lo crees
esto?”. No lo pregunto yo, es Jesús quien te lo pregunta. La pregunta de Jesús
a Marta no queda absorbida por el
pasado, sino que hoy Jesús a través de la liturgia nos pregunta a cada uno de
nosotros: “¿Lo crees esto?”. ¿Creemos que Jesucristo es nuestra vida? ¿Tenemos
la vida organizada para poder recibir la vida del Cristo? ¿Creemos, como dice
San Pablo, que nuestra vida está escondida en Cristo? Y que por tanto, nosotros
tendremos que encontrarnos verdaderamente con Cristo para encontrar la vida que
Dios ha pensado para cada uno de nosotros... ¿Creemos que resucitaremos con Jesucristo?
¿Esta certeza da luz a nuestra vida? ¿Aspiramos a la vida eterna?
“¿Lo
crees esto?”...
Hoy
Jesús también nos llama a nosotros a salir de nuestros sepulcros, del sepulcro de nuestra
mediocridad, nos dice “¡ven a fuera!”,
del sepulcro de nuestro cristianismo superficial, nos dice “¡ven a fuera!”, del sepulcro de nuestro pecado nos dice “¡ven a fuera!”. Todo esto, mediocridad,
superficialidad, pecado, es muerte, nos aparta de la vida que Él nos quiere
dar. Por esto Él nos llama a salirnos y abrazarle a él que es la vida.
Todo
esto respecto el sentido global del evangelio, dejadme exponer dos ideas breves
más, que apuntan hacia un Jesús cercano:
1) Jesús está en Galilea, y le dicen que su amigo Lázaro está enfermo. Y Jesús
espera dos días, no acude en seguida. Esto también nos ocurre a nosotros:
cuantas veces, en distintas circunstancias, le pedimos algo y él parece que no
esté… O la oración que hacemos cada día, rezamos, rezamos, rerzamos, y parece
que Él no esté, que no quiera venir a nosotros.
Sus demoras nos dejan
preocupados, sus demoras, a veces, nos hacen perder la fe, o nos hacen dejar de
rezar. No podemos juzgar a Dios. Durante un cierto tiempo de mi vida, no hace demasiado
tiempo, he pensado que Dios era un Dios un poco tacaño. Sólo después he entendido
lo que hacía en mí. Él sabe el porqué, Él sabe lo que nos conviene, Él nunca se
olvida de nosotros, pero sus demoras ponen a prueba nuestra fe... Nos cuesta aceptar el misterio, nos cuesta aceptar que Jesús no actúe inmediatamente
cuando le necesitamos, pero no hay ninguna otra salida que vivir de la fe, poner
en juego la fe, pedir más fe... No podemos juzgar a Dios…
2)
En esta escena Jesús “Jesús sollozó y, muy conmovido,… Jesús se
echó a llorar. Jesús sollozando de
nuevo”. Nos hace bien contemplar a Jesús afectado, conmovido, lloroso. Jesús
también llora con nosotros. En nuestros dramas personales Jesús no es un oyente
pasivo que va registrando todo lo que decimos... sino que está afectado, conmovido,
lloroso, por lo que nos pasa. Él es solidario de nuestro dolor.
Dios no es nunca indiferente y distante, es un Dios
pasible, que sufre, y sufre cuando ¡nosotros sufrimos!
Resumiendo: Jesús es la resurrección y la vida. Hace
falta hacer nuestra esta afirmación, rezarla, repetirla, interiorizarla, creerla,
y hacerla vida, que así sea...
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