Cuando el hombre no se pregunta por Dios...
Domingo pasado con la solemnidad de Pentecostés acababa
el tiempo pascual, y ahora volvemos al tiempo ordinario, lo que no quiere decir
que aflojemos en nuestra vida cristiana,
sino que todo lo que hemos celebrado, todo lo que hemos vivido, todo lo que hemos
ido descubriendo de los misterios que hemos hecho presentes, nos ha de ayudar a
abrirnos más a Dios y al prójimo. ¡Siempre avanzando!
La Solemnidad de la Santísima Trinidad es como un resumen
(recapitulación) del misterio pascual que hemos celebrado: muerte y resurrección
de Cristo, ascensión a la derecha del Padre y efusión del Espíritu Santo.
En una festividad como esta quisiera empezar planteando
la cuestión de Dios. Cuando el hombre no se pregunta por Dios... ¿tenemos un
problema? Yo pienso que sí. Cuando el hombre no se pregunta por Dios tenemos un
problema.
Me explico: El hombre que reflexiona sobre la vida, sobre
el sentido de su vida, acaba preguntándose por Dios. Por tanto, la ausencia de
la pregunta por Dios denota la ausencia de la pregunta por el sentido de la existencia
humana, y esto es un problema.
Parece característico de la situación actual que lo que cuenta
es vivir el momento presente con el máximo de gusto y satisfacción posible, y parece
totalmente desaconsejable toda cuestión que vaya más allá y nos lleve a
preguntarnos por los porqués profundos y fundamentadores de la existencia
humana.
Dios continúa siendo la pregunta más profunda que se puede
plantear un ser humano. Hemos de animar a las personas que nos rodean que se
planteen el sentido de sus vidas, porqué
acabarán planteándose la pregunta por el fundamento último de todo: Dios.
Una imagen nos puede ayudar a entender esto: el hombre vive
como pasajero de un inmenso barco, instalado lo más cómodamente posible en un
camarote de este inmenso barco. Es decir, su camarote es su parcela de realidad, es su entorno más inmediato. El hombre
domina y controla esta pequeña parcela, pero él es capaz de preguntarse por un
entorno más amplio: el conjunto del barco. Es cuando sale de su camarote a
explorar el barco (o sea, piensa y se
pregunta,...) que entonces puede preguntarse por el trayecto del barco. Y se da
cuenta que es el trayecto del barco, lo que determina la trayectoria de su camarote.
Cuando el hombre se pregunta por el trayecto, se está preguntando por el
sentido de su vida.
No es fácil salir del camarote, comporta una cierta
desinstalación, quiere decir distanciarse de la realidad más inmediata por tal
de encontrar respuestas a la pregunta por el sentido de todo.
Cuando el hombre se pregunta parece que no pise tierra firme.
Pero, es entonces, cuando es más plenamente humano, cuando se pregunta, cuando busca,
cuando se cuestiona. Por esto, dice Sócrates: “La vida examinada es la única que merece ser vivida”. Porqué estamos
utilizando nuestra capacidad razonadora en vistas a la configuración de una
personalidad auténticamente humana.
El hombre que se interroga, el hombre auto interrogado
aparece abierto al absoluto... Dice Guissani: “Es aquí donde el corazón
QUE BUSCA su destino, que SE PREGUNTA, que PALPA su tristeza, PERCIBE la verdad
en la voz de Cristo que habla.”
A veces puede parecer que la Santísima Trinidad es una
verdad abstracta, un dogma, sin conexiones en nuestra vida, no es así. Jesús nos
da a conocer un Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. No es un Dios
solitario, si no un Dios que es comunión de personas.
Y la unidad más profunda que hay entre ellas es la del
amor.
En la Santísima Trinidad ser y amar se identifican. No
existe primero Dios y después sus relaciones. La vida de Dios es esencialmente
comunicación, y comunicación de amor. Esto quiere decir que “ser en plenitud” quiere
decir “amar plenamente”, quiere decir “donación de sí mismo”. Pensarlo, para cambiar
imágenes incorrectas de Dios.
Y todo esto, como que estamos hechos a imagen y semblanza
de Dios, tiene repercusiones en nuestra vida, sólo expongo una:
Sólo el amor nos hace felices. La prueba más clara de que
hemos sido creados a imagen y semblanza de Dios es ésta: sólo el amor nos hace
felices: diseñados para vivir en relación, para amar y ser amados. Dice el papa
Benedicto: “Utilizando una analogía sugerida por la biología, diríamos que el
ser humano lleva en su "genoma" la huella profunda de la Trinidad, de
Dios-Amor”. Quiere decir, es constitutivo de la persona humana, hecha a imagen
de Dios, la necesidad de comunión y amor para ser felices.
Que esta fiesta nos ayude a alabar y adorar la Santísima Trinidad.
Francesc Jordana
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