Oración a una madre
En
una revista de inspiración cristiana, leía recientemente que lo que se
califica como “liderazgo femenino” constituye un signo de esperanza en
nuestros días. Quiera Dios que así sea. Ahora que acaba un año civil y
comenzamos otro dentro de pocos días no será superfluo recordar
que la Iglesia católica, en el día primero de enero, comienza el año con
una fiesta dedicada a Santa María, como Madre de Jesús, como Madre de
Dios.
Pienso que, a la
luz de la fe, ella tiene un claro liderazgo –evidentemente femenino- en
la Iglesia y en el mundo. En ella el liderazgo femenino tiene todas las
garantías de realizar los mejores valores que están más presentes en el
alma y en la visión del mundo desde una mente y un corazón de mujer.
Es una pena que
la celebración del año nuevo, oculte a muchos la fiesta cristiana del
día uno de enero, que es la principal fiesta dedicada propiamente a
Santa María en el ciclo de fiestas navideñas. En este día se celebra
también la Jornada Mundial de la Paz, promovida por el Papa, que cada
año publica un mensaje dirigido a todos cuantos ejercen autoridad en los
Estados y a la misma opinión pública. La mujer sabe cuánto significa el
don de la paz para el mundo. Es una intención a confiar a la Virgen
Santísima, en este domingo de la Sagrada Familia.
Propongo una
reflexión que me ha impresionado mucho sobre la fiesta de la Divina
Maternidad de María. Esta fiesta muestra la realidad de la famosa
afirmación del prólogo del Evangelio de san Juan: “El Verbo se hizo
carne y habitó entre nosotros”. El Papa Francisco en su primera
encíclica tiene una expresión de un alto valor teológico. Dice así: “La
verdadera maternidad de María ha asegurado para el Hijo de Dios una
verdadera historia humana, una verdadera carne, en la que morirá en la
cruz y resucitará de entre los muertos” (Lumen fidei, n. 59). Aquella muchacha de Nazaret es la que ha dado a Cristo la carta de la ciudadanía humana.
He pensado
además que, en este día de comienzo de año, no estará de más convertir
este comentario en un espacio de plegaria. Es la plegaria dirigida a
María con la que el Papa Francisco cierra su primera encíclica “La luz
de la fe”:
“Nos dirigimos en oración a María, madre de la Iglesia y madre de nuestra fe.
¡Madre, ayuda nuestra fe!
Abre nuestro oído a la Palabra
para que reconozcamos la voz de Dios y su llamada.
Aviva en nosotros los deseos de seguir sus pasos,
saliendo de nuestra tierra y confiando en su promesa.
Ayúdanos a dejarnos tocar por el amor,
para que podamos tocarlo en la fe.
Ayúdanos a
fiarnos plenamente de Él,
a creer en su amor, sobre todo en los momentos
de tribulación y de cruz,
cuando nuestra fe es llamada a crecer y a
madurar.
Siembra en nuestra fe la alegría del Resucitado.
Recuérdanos que quien cree no está nunca solo.
Enséñanos a mirar con los ojos de Jesús,
para que Él sea luz en nuestro camino.
Y que esta luz
de la fe crezca continuamente en nosotros,
hasta que llegue el día sin
ocaso, que es el mismo Cristo, tu Hijo, nuestro Señor”.
Que la mirada
maternal de María nos acompañe en este nuevo año, que deseo lleno de
esperanza para todos, en especial por los que pasan por momentos de
angustia y de dolor.
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
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