Vivo de esta manera porque he visto al Señor
Ella, esta mujer de quien conocemos la historia, esta mujer pecadora, esta mujer que ha llorado, que ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos, esta mujer explotada y también despreciada por aquellos que se creían justos, esta mujer de quien Jesús dijo haber amado mucho y por esto sus muchos pecados han sido perdonados, esta mujer al final debe enfrentar el fracaso de todas sus esperanzas: su amor no está más. Y llora.
Es el momento de la oscuridad, en su alma: del fracaso. Pero no dice: “He fracasado en este camino”, ¿no? Llora, simplemente.
A veces, en nuestra vida, los anteojos para ver a Jesús son las lágrimas. Hay un momento en la vida en el que solo las lágrimas nos preparan para ver a Jesús. Y ¿cuál es el mensaje de esta mujer? “He visto al Señor”. Lo había visto durante toda su vida, y ahora definitivamente da el testimonio. Es un ejemplo para el camino de nuestra vida, ¿no? Todos nosotros, en nuestra vida, hemos experimentado la felicidad, la tristeza, el dolor; todos hemos pasado por estas cosas.
Pero hago una pregunta: ¿hemos llorado? En los momentos más oscuros, ¿hemos llorado? ¿Hemos tenido aquello de bueno de las lágrimas que preparan los ojos para mirar, para ver al Señor? Viendo a esta mujer que llora, también nosotros podemos pedir al Señor la gracia de las lágrimas.
Pero hago una pregunta: ¿hemos llorado? En los momentos más oscuros, ¿hemos llorado? ¿Hemos tenido aquello de bueno de las lágrimas que preparan los ojos para mirar, para ver al Señor? Viendo a esta mujer que llora, también nosotros podemos pedir al Señor la gracia de las lágrimas.
Esta es una bella gracia. Una bella gracia. Llorar por todo: por el bien, por nuestros pecados, por las gracias, por la felicidad, también: llorar de felicidad, aquella felicidad que hemos pedido: de ver el Cielo, de tener el Cielo y que ahora pregustamos. Llorar.
El Llanto nos prepara para ver a Jesús.
Y el Señor nos da la gracia, a todos nosotros, de poder decir con nuestra vida: “He visto al Señor”. Porque lo he visto. “Como, ¿se te ha aparecido?”. “No, no, no lo sé … Lo he visto, lo he visto dentro del corazón”. Y porque lo he visto vivo de esta manera: este es el testimonio. “He visto al Señor”. Bello.
Y el Señor nos da la gracia, a todos nosotros, de poder decir con nuestra vida: “He visto al Señor”. Porque lo he visto. “Como, ¿se te ha aparecido?”. “No, no, no lo sé … Lo he visto, lo he visto dentro del corazón”. Y porque lo he visto vivo de esta manera: este es el testimonio. “He visto al Señor”. Bello.
Y todos nosotros podemos decir esto, con el testimonio de nuestra vida. “Vivo de esta manera porque he visto al Señor”. Así sea.
Papa Francisco, 2 abril 2013
Comentarios
Publicar un comentario
A la hora de expresarse tengamos en cuenta la ley de la Caridad