Verdaderamente el Señor está contigo

 
¡Oh mujer llena de gracia, sobreabundante de gracia, cuya plenitud desborda a la creación entera y la hace reverdecer! ¡Oh Virgen bendita, bendita por encima de todo, por tu bendición queda bendita toda criatura, no sólo la creación por el Creador, sino también el Creador por la criatura!
Dios entregó a María su propio Hijo, el único igual él, a quien engendra de su corazón como amándose a sí mismo. 
 Valiéndose de María, se hizo Dios un Hijo, no distinto, sino el mismo, para que realmente fuese uno y mismo el Hijo de Dios y de María. 
Todo lo que nace es criatura de Dios, y Dios nace de María. 
Dios creó todas las cosas, y María engendró a Dios. 
Dios, que hizo todas las cosas, se hizo a sí mismo mediante María; y, de este modo, volvió a hacer todo lo que había hecho. 
El que pudo hacer todas las cosas de la nada no quiso rehacer sin María lo que había sido manchado.
Dios es, pues, el padre de las cosas creadas; y María es la madre de las cosas recreadas. Dios es el padre a quien se debe la constitución del mundo; y María es la madre a quien se debe su restauración.
 Pues Dios engendró a aquel por quien todo fue hecho; y María dio a luz a aquel por quien todo fue salvado. 
Dios engendró a aquel sin el cual nada existe; y María dio a luz a aquel sin el cual nada subsiste.
¡Verdaderamente el Señor está contigo, puesto que ha hecho que toda criatura te debiera tanto como a él!
(S. Anselmo. Obispo)

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